Capítulo 33

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La anciana contempló las vistas desde la ventana de la cocina de su nueva casa con inquietud. En su antiguo hogar, el sagrado Bosque del clan Tomioka, había sido guía e hija de guías, así que creció y vivió toda su adultez en unas tierras que conocía mejor que la palma de su mano.

El distrito Uchiha era muy distinto. Muchos de los pétalos de Sakura con los que se estaban preparando la celebración de la boda de la nueva Líder se habían escapado de las cajas del almacén y recorrían las calles a ras del viento. No lograban maquillar el aura fúnebre de aquel lugar.

El aire seguía apestando a muerte. En ocasiones podían sentir a los antiguos dueños de las casas vigilándoles desde las esquinas. La desgracia acechaba como la guadaña de la Parca buscando víctimas.

Todo era culpa de aquel muchacho. Si la anciana hubiera sabido aquel día que Itachi Uchiha llegó al Bosque por primera vez que su destino cambiaría de aquella drástica manera, jamás le habría dirigido la palabra.

Itachi corrompió a Kaede. Una vez más, un sucio Uchiha escupía sobre sus respetadas doctrinas.

Muchos de los Tomioka estaban en desacuerdo con vivir en Konohagakure, pero nadie se atrevía a decirlo en voz alta porque contrariar al Líder nunca fue parte de su cultura, y ahora la Líder era aquella dulce niña cuya dulzura parecía haberse disuelto como un gas tóxico.

Kaede se había convertido en una figura importante tras derrocar a su padre y usurpar su trono. Y sí, ahora el Bosque era libre gracias a ella, pero ¿por qué el precio a pagar era vivir colonizados por sus enemigos... otra vez?

Los cansados ojos de la anciana se enfocaron en un adolescente que pasaba por la calle. El hermano pequeño del prometido de la Líder se parecía demasiado a él y crecía a una velocidad vertiginosa.

—Solo quedan dos Uchiha puros —murmuró una de sus nietas cuando se acercó a ella por la espalda, clavando también la mirada en Sasuke—. En un golpe de estado bien formado, podríamos aplastarles y huir de aquí.

—No digas eso, niña —chistó la mujer mirando a todas partes, como si las paredes de la casa pudieran escucharles.

—¿Prefieres que vuelvan a colonizarnos?

Afuera de aquella casa, a Sasuke se le erizó el vello de la nuca y alzó la mirada hacia una de las ventanas. No había nadie, pero se sentía vigilado. Siempre lo hacía. En gran parte, entendía la confusión que se estaba extendiendo por todas partes.

Los Tomioka no entendían por qué, después de siglos apartados de la civilización shinobi para conservar su paz, se habían mudado al corazón del huracán amenazado por una banda terrorista. Y los aldeanos de Konoha también se preguntaban quiénes eran aquella gente que se había instalado en el infame distrito Uchiha... y por qué Kaede se había convertido en una figura tan importante.

Y, sobretodo, quién era aquel hombre enmascarado con el que se iba a casar y que se codeaba con los altos mandos de la política.

Nadie daba explicaciones y nadie se atrevía a pedirlas abiertamente, y quizá por eso la boda, que sería mañana, se esperaba con tanto afán. Todos hablaban de ella, cotilleaban y se auto invitaban.

Hasta Danzo iba a ir.

Sasuke chasqueó la lengua y continuó su camino, molesto. Era muy difícil que Itachi pasara desapercibido si todas las miradas estaban puestas sobre él, tanto de un lado como de otro.

Se sentía incómodo, nada de esto era como se lo habría imaginado.

—¡¡Sasuke!!

El adolescente se detuvo al oír a Kinoe, y le vio corriendo por la bocacalle hacia él.

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⏰ Última actualización: Oct 25 ⏰

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La Espiritista | Itachi UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora