Capítulo 2

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—¿Tomioka? —Juzo frunció la boca, mostrando sus afilados dientes, sin volverse para mirar a Itachi—. Algo he oído, pero no son muy populares en la Niebla así que muy pocos afirman haber tenido contacto con ellos.

Itachi observaba cómo su compañero de Akatsuki terminaba de limpiar la sangre fresca de su preciada espada, y comenzaba a afilarla todavía más de lo que ya estaba. Lo hacía con más fuerza de la necesaria, incluso sin emplear mucho esfuerzo. Pues Juzo era mucho más alto, robusto, y mayor que el adolescente Uchiha, a pesar de que su poder fuese lo suficientemente igualado para trabajar en equipo.

Para el experimentado criminal adulto, Itachi no dejaba de ser un mocoso que acababa de cumplir sus tristes catorce.

Aquel día, ambos estaban descansando en lo alto de un precipicio perdido entre la Arena y la Hoja, eperando pacientemente, y con un par de cadáveres bajo sus pies, a ser invocados por la organización para comenzar una de aquellas extrañas reuniones a distancia. Itachi decidió matar el tiempo y preguntar por aquel clan en el que se interesó desde aquella vez que se perdió por el norte, aunque no esperaba que Juzo fuese de gran ayuda. Él era muy reservado, y le daba prácticamente igual todo lo que no tuviera que ver consigo mismo.

Ni siquiera hizo una sola pregunta cuando supo que su nuevo compañero sería un mocoso al que le dio por asesinar a toda su familia sólo porque quiso. Itachi lo prefería así. Sin preguntas, sin amistades, y sin lazos.

—¿Has oído acerca de los requisitos que piden para llorar a una persona?

—¿Exactamente a una persona? —Itachi asintió, y Juzo se rascó la nuca con pereza—. Eso es my específico, ¿acaso quieres hacer el cálculo para llorar a varias, o algo así?

Itachi no se tensó, porque sabía que Juzo no necesitaba ser más inteligente de lo que aparentaba para llegar a aquella conclusión de forma tan absurda. Aunque el Uchiha sí sabía que, si el mayor se lo proponía, podía descifrar la verdad detrás de la matanza de su clan en muy pocos días como siguieran pasando tiempo juntos.

Pero a Juzo no le importaba la vida de Itachi lo suficiente como para molestarse en indagar más, su vida personal le daba igual incluso sospechando que podría utilizarla como información política valiosa.

Nunca le interesaría cómo de grande era su dolor, ni porqué desaparecía durante días cada vez que acababan una misión, ni cuántas veces sus ojos le gritaban que había llorado cada noche desde que se unió a los Akatsuki.

—Tal vez —dijo el menor con sencillez.

—Quizá me equivoque, pero por lo poco que sé, los Tomioka no suelen llorar a un gran número de personas a la vez a no ser que tengan un lazo emocional con ellos. Por eso nunca van a las guerras, son cargas innecesarias que quizá sólo lloren por cincuenta soldados entre tresmil. Y, cuando lo hacen, el costo de cada soldado va adicionado a su respectiva familia, porque varía bastante dependiendo de muchos factores.

—Me consta que no tienen un precio definido —asintió Itachi.

—Ni monetario —resopló Juzo con desaprobación—. A veces te cobran dinero, otras veces te piden objetos raros que solo ellos valoran... quién sabe, depende de lo que piensen que vale tu alma.

—No parece que les tengas aprecio.

—Los negocios existen para conseguir dinero, mocoso. Un negocio deja de ser bueno cuando lo mezclas con sentimientos. Las emociones y los costos se nublan y acabas aceptando cualquier cosa con tal de satisfacer tu lado no material. Esa familia trafica con sus conexiones emocionales con los muertos, y los clanes así terminan arruinados si no consiguen poder.

Itachi se quedó callado y hubo un silencio hasta que los invocaron para la reunión.

Desde el día que se perdió por aquel bosque del norte Itachi había pensado en contratar a aquella niña para que llorase a los Uchiha, pero no tenía ni idea de la carga emocional que podría suponer llorar a un clan entero para una persona tan conectada con la muerte. Por eso, no debía ser barato.

La Espiritista | Itachi UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora