Capítulo 23

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Aquella noche, Hideaki tampoco había dormido bien. Las pesadillas se hacían tan frecuentes que lo despertaban a la media hora, y al cuarto o quinto intento optaba por, simplemente, quedarse despierto hasta el amanecer.

Cuando veía de nuevo el sol, se dirigía a la habitación de su padre para comprobar que estaba bien. Cuidaba un poco de él, y después no tenía más remedio que dejarle en manos de la pequeña Aiko mientras abandonaba el templo Tomioka para acudir a las reuniones de Akatsuki como representante temporal del líder.

Volvía a casa al anochecer, y se repetía el bucle.

Hideaki... —el dulce rostro de su hermana más pequeña se encogía con preocupación—. Por favor, trata de descansar...

No podía.

Aquella era una rutina que había seguido desde aquella desastrosa escapada de Itachi Uchiha hacía tres semanas. La única que notaba sus enormes ojeras era su hermana pequeña, o al menos era la única que había mostrado preocupación por ellas. Ni siquiera él mismo lo hacía.

—Tu hija, de alguna manera, sabía todo lo que estaba pasando —ahora, la voz de Tobi hizo eco por toda la habitación de Kazuhiko.

El líder Tomioka se encontraba todavía postrado en la cama, recién despertado del estado tan deplorable en el que le había dejado Kaede en su último encuentro. Hideaki estaba sentado en una silla en una esquina de la estancia, sintiendo que la conversación se entremezclaba con la tentación de soñar despierto.

Cuando se enteró de lo que le hizo Kaede a su padre, se había quedado tan sorprendido como nunca antes. Ella jamás habría sido capaz de hacer algo así. Sin embargo allí estaba el líder, pagando las consecuencias de haber creído exactamente lo mismo que él.

—Dos días antes de que vinieran estuve en la Hoja, y no detecté su chakra —continuó el enmascarado con los brazos cruzados y la cadera apoyada en uno de los muebles—. Pero de pronto apareció con un grupo ANBU y un chakra de percepción kilométrica para salvar al traidor justo a tiempo. Dijiste que no era peligrosa, Tomioka, y mira cómo te dejó la garganta.

—Yo tampoco me lo esperaba —Kazuhiko hizo todo lo posible por hacerse oír, pero sonó extremadamente débil; había perdido más de la mitad de su voz de forma permanente por el ataque de Kaede—. Ella nunca habría sido capaz de hacer algo así, y menos a mí.

—Pues ya ves cómo puede cambiar hasta la más inocente de tus hijas cuando viaja por el mapa shinobi a sus anchas con un asesino —Tobi dejó caer la cabeza hacia atrás—. Sobretodo si está enamorada de él.

Incluso desde la esquina de la habitación, Hideaki pudo notar el incremento de la tensión en el ambiente. Su padre odiaba que le hablaran de los romances de sus hijos, especialmente de los que eran tan caóticos como el de Kaede. Y Tobi lo sabía, pero parecía tener la suficiente confianza como para darle igual.

Además, últimamente no dejaba de hablar de su hermana. Por alguna razón que escapaba a su comprensión, ese misterioso Uchiha había desarrollado un inquietante interés por ella que sólo crispaba y ponía todos los instintos de Hideaki en alerta.

¿Qué podría querer alguien tan despiadado como él de su hermana? No lo sabía, pero no era nada bueno.

—Hay otro soplón —concluyó la voz afónica de Kazuhiko—. Alguien debió advertirle lo que estaba pasando y que la única forma de dejarnos contra las cuerdas era prestándose a Konohagakure.

—Ahí le has dado —asintió Tobi rascándose la barbilla por debajo de la careta—. Pero, ¿quién? Los miembros de mi organización son muy leales, Tomioka, y me lo han demostrado en infinidad de ocasiones.

La Espiritista | Itachi UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora