Kaede apoyó la cabeza en el brazo de Itachi mientras jugaba distraídamente con sus manos entrelazadas.
Había silencio y oscuridad a su alrededor, como siempre que se paseaban por las inmensas y vacías calles del distrito Uchiha. La noche y la Luna llena podrían darle un aspecto tenebroso, pero lo cierto es que era más relajante y acogedor.
La Tomioka había preguntado en varias ocasiones dónde estaba ese lugar al que iban, ansiosa, pero él le respondía que tuviera paciencia y que lo vería en seguida. De modo que allí se encontraba, con el estómago hecho un manojo de nervios y la adrenalina a flor de piel.
Ambos se adentraron por unas calles laberínticas de la zona comercial, en unos callejones recónditos donde Kaede no había estado antes, y sus enormes ojos se iluminaron cuando la cálida luz de uno de los restaurantes se hizo notar entre las demás. Era enorme, el mas grande de toda la calle. Desde donde estaban podían escuchar el flujo tranquilo del agua que había al otro lado de las construcciones, y percibir la agradable mezcla de diferentes platos tradicionales que a los dos les abrió en seguida el apetito.
—¿Es en serio...? —murmuró la chica con incredulidad. Itachi la miró sin entender, y eso hizo que soltase una risita.
Ningún civil corriente tenía permitido el acceso al distrito Uchiha a excepción del Escuadrón del Espantapájaros. Que uno de los restaurantes estuviera repentinamente activo, solo podía significar que lo habían preparado cuidadosamente entre todos solo para ellos dos.
Aquel gesto ablandó tanto el corazón de Kaede que sintió ganas de llorar de la felicidad. Por eso no había tenido noticias de los chicos en la última semana.
—¿De qué te ríes? —Itachi alzó una ceja, curioso.
—De nada —ella sacudió la cabeza, sin poder borrar su dulce sonrisa—. Nadie nunca había hecho esto por m...
—Shhhhhh —el Uchiha posó el dedo sobre sus labios—. No digas esas cosas antes de ver cómo lo hemos dejado por dentro.
Él tiró suavemente de su mano para que avanzaran más deprisa, y cuando alcanzaron el restaurante Kaede lo contempló casi con la emoción de una niña pequeña.
La madera de la fachada estaba mucho más pulida que la de las tiendas de al lado, y las flores frescas que había por todos los lados del porche incitaban a entrar. El menú, anclado a la pared, ofrecía un montón de platos tentadores a buen precio pero la chica supo que probarían algo distinto, lo que fuera que se les hubiera ocurrido cocinar a esos tres. Los cristales de las puertas y las ventanas, ahora relucientes como el agua, eran opacos pero se podía apreciar vagamente algo de movimiento en el interior.
—¿En serio nuestros estómagos están en sus manos? —preguntó la adolescente a punto de reírse.
—Sí, y estaban más emocionados por ello que yo.
Itachi agarró el pomo del portón y lo abrió, y las pequeñas campaneras advirtieron de su presencia. Se hizo a un lado e invitó a Kaede a pasar con la mano, y ella obedeció con una ligera reverencia que él enseguida le devolvió.
Cuando ella se adentró, se quedó muda ante el lugar. Era muy espacioso, con muchas menos mesas de las que se esperaría en un lugar tan grande, y había escalones por todas partes que dejaba los reservados a distintas distancias del suelo. Todas las mesas estaban hechas, pero sólo una protagonizaba la estancia. Estaba en el medio, llevándose gran parte de la escasa iluminación que había en todo el restaurante. Esa sería la suya.
Las paredes eran granates con detalles dorados, aunque se veían opacadas por los enormes cuadros helenísticos la que las adornaban. La madera de las mesas y las sillas era negra, pero los cojines de los asientos hacían juego con el rojo de la pared.
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La Espiritista | Itachi Uchiha
FanfictionItachi, ya habituado a perderse durante días por las tierras del norte para desconectar de su dura fama como asesino serial, descubre por casualidad que el remoto clan Tomioka es real. Los Tomioka son una antigua familia pacifista que vive al marge...