𝐈𝐍𝐓𝐈𝐌𝐎 ✧ Minlix

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— Me gustaría aprender una canción. —Minho elevó la mirada hasta encontrarse con los ojos castaños de Felix. Torció los labios y se encogió de hombros. Y antes de que pudiera preguntar, el chico lo interrumpió: —Quizás aprendería más rápido de este modo.

Quizás. Minho suspiró, empujando el libro que había estado leyendo y se dejó deslizar sobre el asiento, con los ojos puestos en Felix. Golpeó la mesa un par de veces con los dedos mordiéndose el labio, pensando en las pocas canciones que conocía. Eran pocas. Pero, de cualquier manera, ¿por qué Felix tenía que pedírselo a él? Aunque no fue una petición directa del todo.

— Creo que puedo enseñarte una, pero si cantas mal desecharé la idea.

— Puedo cantar.

— ¿Cantas bien?

— Me gusta hacerlo.

— No respondes mi pregunta.

Felix sonrió con la mirada al suelo. El corazón de Minho latió con fuerza, casi queriendo salir de su pecho. No soltó ninguna palabra, suspirando una vez más en el día.

— Puedo cantar algo para tí.— La voz fue delgada, deslizándose lento por la biblioteca.

— ¿Para mí?

Felix se encogió de hombros.

— Eres el único que puede oírme.

Algo dentro de Minho se movió con cierta emoción, una sonrisa naciendo desde muy profundo. Él era el único capaz de escuchar y entender a Felix, eso era cierto. El chico estaba lejos de su ciudad natal, lejos de sus amigos, lejos de entender las palabras que todos dicen, Felix estaba varado y perdido. Minho era lo único que conocía entonces.

Felix era suyo, porque no había nadie que lo reclamase, porque el chico no se iría, porque Minho lo encontró antes que otros. Era suyo, ¿verdad?

— Entonces canta.