Capítulo 43 - Isaías

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"Es que me gusta tu cara, me gusta tu pelo

Soñar con tu voz, cuando dices: "te quiero"

Me gusta abrazarte, perderme en tu aroma

Poder encontrar en tus ojos el cielo

Me gusta tu risa, me gusta tu boca

Me gusta creer que por mí, tú estás loca

Como quiero que sientas conmigo la calma

Y cuando llegue la noche, cuidarte el alma."

Chayanne.

Repasé las hojas una vez más para asegurarme que no se me había quedado nada por completar. La ansiedad por salir de allí por fin me consumía por dentro y eso se podía apreciar en el temblequeo de mi mano.

Los datos estaban bien, algunos en los que tuve duda los aseguré preguntándole por mensaje de texto a Pilar que me esperaba en la habitación. Entonces eso era todo.

- Creo que estaría todo. - Me dirigí a la enfermera del otro lado del mostrador.

- Vale, cariño. El alta la ha firmado el médico de la niña y ya está cargado en su ficha todo el historial clínico de estos 20 días de internación. Ah...que ya me olvidaba, estoy hecha una vieja olvidadiza - dejó delante de mí un manojo de recetas médicas y tomó los papeles que había completado antes - las órdenes para retirar la medicación recetada. Tiene para el dolor, vitaminas para fortalecer músculos y suplementos de calcio y hierro. Más dos tipos de antibióticos para contrarrestar la infección urinaria que le dio hace unos días.

- Estoy comenzando a sentir que sería mejor dejarla internada... - Admití en voz alta algo agobiado por tanta indicación. De pronto me sentí en una masterclass rápida de enfermería.

- Es más sencillo de lo que parece. Cualquier duda nos llamas. Créeme que no los olvidaremos tan fácil.

- De verdad muchas gracias... - apreté mis labios en una línea algo nervioso. Después de tanto, decir adiós a los rostros ya familiares que nos habían acompañado este tiempo se sentía raro.

- Gracias a ustedes por enseñarnos que aún existen historias de amor bonitas que ayudan a salir adelante - mencionó con notoria emoción en sus palabras - prométeme que vendrán a visitarnos cuando la niña deje la silla de ruedas.

- Lo prometo en nombre de los dos, Carmen - tomé su mano entre las mías y rompí la distancia para saludarla en cada mejilla - por favor dejale un beso al resto. Nos pasaremos pronto, estoy seguro.

Tantos días y tantas horas en aquel piso, sentado en la espera del pasillo que llevaba a cuidados intensivos, tanto tiempo en soledad y de pensamientos oscuros... estaba seguro que de no haber sido por la vocación y la dedicación del personal de aquel piso, todo hubiera sido aún más difícil.

Parece increíble pero el personal médico se termina volviendo una segunda familia. Y sin dudas Carmen, nuestra enfermera favorita, se llevaría un lugar en nuestro corazón para siempre.

*

Por fin nos íbamos a casa. Estaba ansioso y a la vez muerto de miedo. Pero Pilar estaba fuera de peligro y no veía la hora de ser felices sin piedras en el camino de una vez.

Caminé la distancia que restaba hasta la puerta de la habitación de ella y luego de un par de toques me escabullí dentro.

La imagen que se presentó delante de mis ojos me hizo sonreír. Pilar llevaba ropa de deporte o de entre casa como decía ella, porque hacía menos deporte que la abuela de caperucita roja. Y verla con otras ropas que no fueran las típicas de estar internada, me demostraba otra vez lo cerca que estábamos de que todos aquellos días quedaran atrás como una maldita pesadilla.

Si Me Dejas Amarte (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora