Capítulo 45 - Isaías

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“Quizá esta vida se termine dando cuenta
Que es ella sólo un momento de esta historia
Porque este amor no tiene tiempo, ni fronteras
Porque este amor va más allá de mi existencia
Te voy a amar, y me amarás
Te amo, sin principio ni final
Y es nuestro gran amor
Mi ángel de la eternidad.”

Abel Pintos.

Siempre fui bueno para los negocios, luego de mucho estudio y esfuerzo en lo laboral, consideraba que era experto en el tema. Quizás mi manera de ser cordial, algo reservada pero siendo lo necesariamente amigable como para generar confianza en el tercero con el cual estábamos interesados en negociar, ayudaba también.

Gracias a eso pude crecer en el área automotriz poco a poco. Ganándome la confianza de mis superiores con mucha intuición y profesionalidad. Así que ahora que había dejado dicho rubro, busqué volcar todos mis conocimientos y la vocación que creía tener para colaborar con la empresa familiar de los Fernández, ahora mi familia también.

Es cierto que todo comenzó por pedido de Don Luis, poco a poco supimos ensamblarnos y crear una buena dupla junto a Gael.

Este viaje era de los más importantes que nos había tocado. Un grupo de inversionistas franceses estaba interesado en colaborar con la creación de un espacio específico para el estudio de la detección temprana de anomalías en diferentes especies de animales. Algo innovador para nuestra ciudad.

El proyecto no sólo era prometedor para nosotros, Pilar había sido la principal interesada en llevar adelante dicho estudio. Y conseguir los inversionistas para que colaboraran a llevarlo adelante, era algo que me había propuesto cueste lo que cueste.

—Gracias, cariño. Prometo que compensaré la ausencia en nuestras vacaciones — la voz de Gael al teléfono con su esposa me hizo sonreír— Dile que hablaremos al llegar, es la segunda vez que rompe el cristal de la sala de estar. Si tenemos suerte no habrá una tercera donde finalmente acabe lastimado…

Sonreí por eso también. Gael era de esos tipos que no tenía ni pinta de ser un esposo y padre atento, pero bastaba verlo hablar o estar cerca de su familia para confirmar todo lo contrario.
Y no solo era bueno en ambos roles, sino que no se le movía un pelo a la hora de demostrarse delante de quien fuera así. Sobre todo a la hora de ser demostrativo con Lina, ella lo tenía rendido incluso llevando once años de matrimonio.

—Joder con este crío… — se quejó en voz alta una vez finalizada la llamada.

—¿Qué ha sucedido? — Cuestioné mientras terminaba de firmar unos papeles en el pequeño escritorio de la habitación de hotel en la que nos quedábamos durante nuestra estadía.

—Kiko atravesó el cristal de la sala con el balón de fútbol.

—Joder, tío… — solté la risa al imaginar la escena.

—Ya, quiero verte reír cuando te toque a ti estar del lado del tipo malo que debe poner reglas sin reírte por las ocurrencias con las que se excusan.

—Largo tiempo me falta, por mientras es divertido estar de este lado.

—Ya, macho. No es divertido tener que salvarle la vida cada cinco minutos a un niño de 3 años. Francisco nos está sacando canas verdes y esto apenas comienza…

—Pues imagínate a la pobre de Lina, todo el día al tiro con los cinco.

—Por eso mismo la amo y admiro tanto. Sin contar que el diablo de Kiko vale por tres. No quiero pensar en cuando sea adolescente.

Sonreí observando por unos segundos como mi colega, socio, cuñado y compadre metía sus camisas algo desprolijas dentro de la maleta. Necesité de todo mi autocontrol para no levantarme de mi sitio para ir a empacar por él. Si algo no mejoraba nunca era su pésimo sentido del orden.

Si Me Dejas Amarte (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora