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—Puedes llamarme Taehyung.

Jeongguk volteó lentamente en su lugar, preparándose para lo que se venía pero aún así sintiéndose como si un tráiler de emociones le hubiera pasado por encima cuando sus ojos se encontraron con el dueño de aquella voz después de tanto tiempo.

El niño de su clase de cálculo ahora era un hombre, y vaya que sí lo era. Los rasgos, que antes eran más bien tiernos y enternecedores a los dieciséis, se habían afilado hasta la perfección, y ahora cada una de ellas exhalaba una belleza abrasadora que resultaba fuera de lugar bajo las luces artificiales de una compañía y no en la portada de una revista.

¿Lo más loco de todo esto? Había algo en la forma de sus ojos, la ligera curva de su nariz y, sobre todo, la suave curva de su sonrisa, que parecía no haber cambiado en lo absoluto desde el instituto.

A pesar de que el resto hubiera cambiado por completo.

Taehyung se erguía más alto que en las épocas estudiantiles, con hombros anchos y piernas estilizadas. El hecho de que tenía que mantener el peso de su cuerpo sobre un bastón no disminuía en nada su juventud, y casi que la hacía resaltar, en realidad, ante una muestra tan flagrante de su lesión, que debía de estar en su pierna izquierda, dada la forma en la que se sostenía sobre su derecha.

Por lo demás, parecía estar completamente bien.

Jeongguk recordaba la forma en la que se habían enterado, en la escuela. Llamaron a todo el curso al auditorio del establecimiento al comienzo del día, cuando se suponía que tenían un gran exámen de biología a primera hora, y anunciaron que Kim Taehyung había tenido un horrible accidente y había quedado en coma. Que aún no reaccionaba, y que sus padres habían pedido que ninguno de sus amigos intentara visitarlo hasta que mostrara señales de recuperación.

Fue una tragedia. Alguien con un futuro y una sonrisa tan brillante, atrapado en un coma.

Sólo tiene dieciocho años, era lo que había comenzado a oírse entre los estudiantes, en murmullos consternados. Tiene que ir a Johns Hopkins el siguiente otoño, si no puede, quedará demasiado atrasado para los MCAT.

Los profesores, sin embargo, eran diferentes.

Sólo dieciocho años, decían ellos. Demasiado joven para morir.

Taehyung no había muerto, por supuesto. Sólo estuvo en coma por tres días, y cuenta la leyenda que apenas despertó preguntó si se había perdido de algún examen.

(Sí que se había perdido de unos cuantos, pero había obtenido una extensión por haber tenido una experiencia cercana a la muerte.)

(Estaba exento del resto del año escolar, de hecho, pero de alguna manera se las arregló para terminar su trabajo a tiempo para graduarse con el resto de la clase dos meses más tarde y ser el mejor estudiante, para variar.)

(No fue a la graduación. Todavía no podía caminar.)

Y después de haber dejado el instituto atrás, Jeongguk no volvió a oír de Kim Taehyung. Bueno, no oyó acerca de nadie más de sus compañeros más allá de las breves menciones de Jin cuando se encontraba con la madre de alguien en el supermercado.

Pero ahora Taehyung estaba frente suyo, caminando y hablando y, según se veía, entero y compuesto, salvo por el bastón. Siempre con la misma sonrisa, mucho más amable de lo que Jeongguk merecía.

—Hola —Jeon saludó, antes de extender su mano—. No sé si te acuerdas de mí pero...

—¿Pero qué dices? Jeongguk, claro que me acuerdo de ti —Taehyung correspondió el saludo, y el pelinegro casi se estremeció al sentir su gentil toque sobre su piel—. No podía creerlo cuando me dijeron que serías mi nuevo ayudante.

DNA ✧ KOOKVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora