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La semana siguiente transcurrió sin incidentes, lo cual resultó ser algo molesto, en realidad.

Jeongguk sentía una impaciencia casi punzante, porque a) él ahora almorzaba junto a Taehyung; y b) ambos pasaban cada segundo trabajando el uno con el otro; pero c) ese era el problema en cuestión.

Todo lo que hacían era trabajar.

Y a ver, que a Jeongguk le encantaba el trabajo—aquello era lo más comprometido que había estado con algo desde que la ropa teñida accidentalmente de rojo y azul en el lavarropa formaba parte de su vida, pero quería acercarse a Taehyung, sin ensayos y ciencia de por medio.

Quería ser invitado a cenar otra vez. Quería invitar a Taehyung a cenar a casa, de hecho, pero no estaba seguro de que su orgullo fuera lo suficientemente fuerte como para hacerlo. Además, el ascensor estaba roto (otra vez) y no quería obligar a Taehyung a subir por seis tramos de escaleras hasta llegar a su apartamento, aunque estaba seguro de que el científico lo haría sin rechistar. Y era exactamente por eso que no podía invitarlo.

Pero aún quería tener algo más que un almuerzo compartido; algo más que esta amistad semi-formal semi-casual en la que se estaban moviendo. Las conversaciones profundas que se desviaban hacia un territorio más neutral cuando uno de ellos (Taehyung, normalmente) recordaba que no eran más que jefe-asistente al final del día.

Jeongguk no tenía idea de qué hacer, y mucho menos tenía a nadie con quien hablar al respecto.

Lo estaba volviendo loco, ciertamente. Tanto que un ladroncillo con el que había dado anoche incluso había conseguido asestarle un par de buenos puñetazos antes de lograr dejarlo colgando patas arriba frente a la comisaría de Nueva York.

—Ah, joder —gruñó la mañana siguiente, cuando la máscara de Spider-Man ya estaba escondida y Jeongguk era simplemente Jeongguk otra vez, al levantarse de la cama y sentir un punzante dolor en el puente de la nariz. Los párpados le pesaban y un interesante ardor en la comisura de su labio inferior tiraba al bostezar, pero eso no era lo peor.

Se había quedado dormido.

Salió corriendo de casa cinco minutos después, tras haber roto el Récord Guinness de la ducha más rápida, con la camisa blanca a medio abrochar y la corbata anudada a la muñeca para ocuparse de ella más tarde. Alcanzó las puertas de Ditko con más de media hora de retraso, el corazón en la garganta y sintiéndose pésimo por llegar tarde—lo cual era una primera vez para él. Cuando trabajaba para el Bugle no le importaba si llegaba a tiempo o no, ni mucho menos le interesaba a sus superiores, con tal de que ellos siguieran aceptando sus fotografías en algún momento del día y él siguiera cobrando su paga en algún momento del mes. Pero esto era diferente. No sólo porque era un trabajo real y serio esta vez (importante), sino por Taehyung.

Y Jeongguk odiaría que le regañara, pero odiaría aún más decepcionar a Taehyung.

—¡Más vale que te des prisa, Jeon! —la recepcionista del edificio canturreó desde su lugar, mientras él pasaba su tarjeta de identificación por el torniquete. Era agradable, mucho más simpática que la mujer que conoció durante su primer día, y aunque había varias personas que atendían el mostrador en diferentes turnos, ella era su favorita. Sobre todo porque siempre les llevaba a él y a Taehyung un delicioso y calentito americano de la cocina cada vez que pasaba por la oficina con algún mensaje o correo importante.

DNA ✧ KOOKVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora