Capítulo nueve. I Think He Knows

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Brad.

El rugido del estadio vibraba a mi alrededor mientras me encontraba en la línea de scrimmage, listo para el primer partido de la temporada. Como tight end de los Chicago Titans, la emoción en el aire era palpable. Mi corazón latía al ritmo de la multitud, y la adrenalina fluía a través de mis venas. La hierba del campo se extendía ante mí, y las luces del estadio iluminaban la escena con un brillo casi mágico. Antes de que el árbitro hiciera sonar el silbato, repasé mentalmente las jugadas. La tensión era tangible, pero era en ese momento, justo antes del primer contacto, cuando me sentía más vivo.

Malcom hizo la señal y, en un parpadeo, me lancé hacia adelante. Corte rápido a la izquierda, evade al defensor, y estoy en posición. Las manos extendidas, listo para recibir el pase. La pelota corta el aire y aterriza en mis manos con la suavidad de un suspiro. Avanzo, esquivo a un oponente, y la multitud estalla en un estruendoso aplauso.

La energía del estadio es electrizante. Cada grito, cada ovación, resuena en mi pecho. Es el escenario perfecto, en este momento, soy parte de algo más grande, una conexión entre el equipo y la afición. Cierro los ojos por un instante mientras avanzo por el campo. El rugido de la multitud se convierte en mi banda sonora, y cada paso me acerca un poco más a la zona de anotación. Esta es la sensación que me hace amar el juego, la mezcla de competencia, pasión y la unión del equipo.

Después de la victoria en el campo, la euforia y la camaradería llenaban el vestuario. Mis compañeros de equipo chocaban las manos y se felicitaban mutuamente. Habíamos dejado todo en el campo, y la satisfacción de la gloria era un combustible para el espíritu del equipo.

Una ducha rápida y el sonido de las risas y charlas animadas llenaron el vestuario mientras nos preparábamos para salir. Me coloqué una camiseta negra y unos jeans, listo para la siguiente fase de la noche. 

—Hey, hermano —me saluda Malcom acercándose con una sonrisa amplia—. ¿Qué planes tienes para mañana?

Alzo una ceja con curiosidad, esperando averiguar qué nueva idea ronda la mente de Malcom, conocido por sus ideas extravagantes y siempre dispuesto a la diversión.

—¿Qué se te ocurre ahora? —pregunto.

—¿Qué te parece algo diferente? —susurra—. ¿Qué te parece una escapada a Nueva York?

Arrugo el ceño considerando la propuesta.

—¿Nueva York? ¿Me estás invitando a una cita? —bromeo.

Malcom suelta una risa contagiosa.

—Escucha, hermano, estoy pensando en dar un paso importante. Bethany y yo hemos estado juntos por un tiempo, y creo que es hora de hacerle la gran pregunta.

La noticia me toma por sorpresa.

—¿Matrimonio, Malcom? Eso es serio.

—Así es, amigo. Y quiero comprar el anillo en Nueva York. Es un lugar especial para ambos, y creo que sería el escenario perfecto para pedirle que sea mi esposa.

Me acerco y le doy un abrazo.

—Felicidades, hermano. Me alegra mucho. Y, por supuesto, puedes contar conmigo.

—Gracias, Brad —dice nervioso—. Solo no se lo digas a nadie. Aún no estoy seguro de si aceptará.

—¿De qué hablas? Claro que aceptará.

—Bueno, esperemos —responde mientras salimos de los vestidores—. ¿Y tú, cómo vas con todo eso?

—Bien —río—. Las cosas están tranquilas.

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