Capítulo 6

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La herida de Lauren siguió curándose muy deprisa. Al poco tiempo, ya se movía sin necesidad de mi ayuda. Se le había ocurrido la idea de hacer una marca en el bote por cada día que estuviéramos en la isla. Cuando llevábamos casi dos meses en la isla, decidimos que debíamos trasladarnos más hacia el interior. Lauren se había dedicado a explorar los alrededores mientras yo escribía en mis cuadernos en el bote. Fue ella en realidad la que determinó que estábamos en una isla, lo cual explicaba por qué no habíamos visto a nadie desde que desembarcamos aquí.

Lauren también había descubierto el arroyo que era la fuente de la charca donde nos bañábamos. Estaba entusiasmada con el arroyo porque tenía esa manía de no bañarse en la misma agua que bebía. Yo también estaba entusiasmada por dentro con el arroyo, pero no se lo dije.

Había empezado a hacer un calor insoportable en la isla. Lauren me explicó que los árboles protegían las zonas cercanas al agua de los rayos directos del sol. De modo que allí hacía mucho más fresco. Pensaba que debíamos trasladarnos más cerca del agua y construir algún tipo de refugio.

—Pero Lauren, ¿y si aparece un barco y no estamos...? —Incluso después de dos meses, yo todavía creía que nos encontrarían. Sabía que mi familia no dejaría de buscarme hasta que tuviera pruebas concluyentes de que estábamos muertas.

—Ya lo he pensado —contestó—. Podría poner una gran pila de leña allí, en esas rocas, y si vemos un barco, podemos encenderla. Y he pensado que si colocamos el bote de pie en la arena y atamos tela de mi vestido en un palo, eso alertará a alguien que nos esté buscando, ¿no crees?

Tras pensarlo un momento, estuve de acuerdo. Empezaba a hacer demasiado calor para estar en la playa sin protección contra el sol. Además, sería agradable no tener que caminar quince minutos sólo para bañarnos y beber agua fresca.

—Bueno, ¿y dónde vamos a dormir? —pregunté con irritación. No sé por qué le estaba planteando tantas dificultades, pero estaba de mal humor.

—Tendremos que construir un refugio. Hay muchos árboles y cosas que podríamos usar más cerca del arroyo.

Lauren enterró casi toda la proa del bote en la arena hasta que estuvo segura de que el bote no se iba a caer por el viento. Hizo lo mismo con el palo. Ató un trozo de lo que le quedaba de vestido en el extremo del palo y me hizo un gesto para que nos pusiéramos en camino.

Yo iba varios pasos por detrás de Lauren, como siempre que íbamos de excursión para buscar comida. Era la mejor forma que tenía de observarla sin que ella me observara a mí. Al parecer, Lauren tenía una vena púdica, mientras que yo hacía tiempo que había prescindido de mi vestido y me pasaba los días en combinación. Lauren se había aferrado a lo que le quedaba de vestido como una niña pequeña a su mantita. Aún más curioso era el hecho de que no parecía importarle quitarse el vestido para nadar, pero en cuanto terminaba, volvía a ponérselo. Yo fingía dormitar en las rocas para poder observar a Lauren jugando desnuda en el agua.

Nuestros cuerpos habían sufrido ciertos cambios desde que estábamos en la isla. Sólo para recoger comida hacía falta fuerza. Ella siempre había sido tirando a delgada, pero daba la impresión de que su cuerpo se estaba haciendo más fuerte por las cosas que teníamos que hacer para seguir con vida hasta que nos rescataran. Probablemente al principio nuestras familias no nos reconocerían. Lauren y yo estábamos casi tres veces más morenas que antes de llegar a la isla. Yo había perdido toda mi rechonchez infantil y el sol me había aclarado el pelo, por lo que lo tenía más claro que antes. Lauren tenía el pelo del mismo color que siempre, pero o lo llevaba suelto por la espalda o en una larga trenza que le llegaba a la cintura. Ninguna de las dos nos habíamos molestado en recogernos el pelo desde que estábamos en la isla, a fin de cuentas allí no había nadie que pudiera escandalizarse salvo nosotras dos. Y por dentro, a mí me encantaba el aspecto de Lauren con el pelo suelto. A veces cogía una pequeña flor silvestre y se la ponía en el pelo oscuro o hacía una guirnalda para colocársela en la cabeza. Ella sonreía con sorna y me ponía los ojos en blanco, pero me di cuenta de que todas las veces se dejaba las flores puestas hasta que nos acostábamos esa noche. Sin embargo, sí que advertí que incluso cuando hacía más calor en la isla, seguía negándose a quitarse el vestido.

La Isla (CAMREN Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora