Prólogo

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"Tengo todo de ti y a la vez no tengo nada. Qué importa si esta noche nos decimos adiós, en mi amor cabe todo, aun si no agregas algo; da igual si nos despedimos aquí, en mis sueños esto es real, es el único lugar donde me perteneces. Cuando despierto, solo eres mía en silencio..."

Cuatro años atrás.

La botella resonó al golpear la mesa y Zaid miró por el rabillo del ojo la mano que sostenía el cuello de esta.

No se giró ni habló cuando el whisky cubrió una parte de su vaso.

—¿Qué haces aquí? —preguntó sin ver a la persona a su lado.

Una sonrisa surcó los labios del recién llegado.

—A veces me gusta beber con mis hijos —confesó Parker y sonrió—. Ya sabes el dicho, mejor que se emborrachen en tu casa a que se embriaguen solos en la calle.

Zaid esbozó una sonrisa de medio lado y se giró hacia el hombre que más le quería.

—¿Mamá sabe que te escapaste? —Volvió a cuestionar mientras su padre tomó asiento y bebió su trago de golpe, instándole a hacer lo mismo.

Él siguió el ejemplo.

—Sí, pero dijo que me portara bien, supongo que eso significa que no debía beber —aclaró Parker con un suspiro—. Da igual, que nos regañe a los dos. Además, la boda estaba aburrida y el más obligado a estar, es Ezra.

Zaid se sirvió el ambarino alcohol de nuevo y no dudó en beberlo a prisa.

Su padre se quedó callado e hizo lo mismo, acompañándolo a sabiendas de que tenía el corazón roto.

Bea se casaba esa noche y para él no estaba siendo fácil. No entendía las razones por las que ella se alejó tanto de él después de que lo persiguió por años, tampoco sabía cómo reparar las heridas de su hijo y solo podía quedarse ahí, dándole soporte.

—Estoy bien, papá —habló el rubio después de un prolongado silencio—. No tienes que estar aquí, vuelve a la recepción o con mamá.

—La boda es aburrida —manifestó su padre—. Ah, y tu madre está feliz conversando con sus amigos, aun así se preocupa por ti.

—Entonces bebe y guarda silencio —pidió antes de tomar de golpe una vez más el alcohol frente a él—. No quiero consejos, seguí todos los que me enseñaste. Fui bueno con ella, fui fiel, nada fue más importante que mi relación y al final no funcionó —soltó una risa amarga— se está casando con otro justo ahora. No quiero más consejos.

Su padre le dio una palmada en la espalda, luego lo vio tomarse al menos cuatro tragos dobles más; entretanto, él hizo lo mismo, le siguió el ritmo y esperó, silente.

Perdió la cuenta de la cantidad de tragos que su hijo tomó en apenas media hora. No quiso frenarlo, solo lo dejó hacer.

Al cabo de un largo rato, bebió el último y se levantó.

»Estaré bien, ahora iré a casa —musitó al ponerse de pie, pero su padre lo sostuvo del brazo.

Zaid miró el agarre y enarcó una ceja.

—Ezra irá a verte. —Su papá dijo aquello no como una petición, sino en forma de una orden—. Por favor quédate con él.

Entendió la preocupación de su padre y terminó por asentir. Se acercó a darle un beso y se fue sin decir más.

Se tambaleó, así que Parker no lo dejó conducir, le pidió un taxi, le dio la dirección de su departamento y pagó el servicio para que lo llevaran.

Mía en silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora