Capítulo 7

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"Puedo recordar cada día la fecha exacta en que tu alma fue tatuada en mi piel".

—Bea —musitó su madre sin poder reprenderla por sus acciones.

—Las veré en la casa —añadió su padre con seriedad. Miró a su esposa—. Llama al chofer para que venga por ti en cuanto estés lista. Yo tengo algo que hacer.

—Papá. —Bea habló en apenas un hilillo de voz, temerosa de su reacción—. Nunca quise decepcionarte.

—Muchas cosas no me gustan, Bea —manifestó su padre—, pero no existe nada en la vida que pueda decepcionarme de mis hijos, de ninguno. Por supuesto, no me agrada lo que hiciste; sin embargo, en este mundo, sin importar qué, yo voy a protegerlos de todo, a cualquier costo.

La joven se acercó a él y lo abrazó. Durante su vida había luchado consigo misma para ser como sus hermanos, prodigios y talentosos.

Ella no nació con un coeficiente privilegiado, no amaba la ciencia al igual que ellos, ni siquiera tuvo claro a lo que quería dedicarse, era como su madre, revoltosa y ruidosa, tanto que temía que un día su padre la comparara con sus hermanos.

Verse siendo una infiel y decepcionarlo era de las cosas que más odiaba, pero de nuevo él dejaba claro que siempre estaría de su lado.

Escondió el rostro en el pecho de su padre y alargó su mano para que su madre se uniera al abrazo.

La mujer lo hizo y pronto estuvo apretujada entre sus progenitores, llorando en silencio y sin poder gritar como le gustaría; sin embargo, no pudo contenerse y terminó sollozando en brazos de su padre.

Bastian no dijo nada en absoluto; en cambio, se mantuvo a su lado, dándole el confort que necesitaba sin saber por qué, pero seguro de que lo que fuera que su hija estuviera callando, era tan grande que quizás ni ella podía comprender.

Le dio una mirada a su esposa, quien tenía los ojos llorosos también. Le acarició el rostro para tranquilizarla.

—¿Qué es lo que está mal? —preguntó Bastian—. Hija, no puedo ayudarte si no me dices.

Bea, era la única de sus vástagos que era capaz de aislarlo. Sus funciones mentales prodigiosas le ayudaban a formar un escudo que le impedía mostrarse al resto del mundo, inclusive ante él mismo.

—Nada, es solo que es difícil para mí todo esto —dijo en respuesta antes de apartarse y tratar de recomponerse.

—Nunca has hablado del porqué terminaste tu relación con él y aunque tengo mis sospechas, espero que, cuando estés lista, me lo cuentes —aclaró su padre antes de que ella solo le diera una sonrisa de agradecimiento—. Cuál sea la razón, no dejaré que Zaid te lastime.

Bea, iba a decirle algo pero prefirió callar y trató de volver a la normalidad, antes de hablar:

—¿A qué han venido? —cuestionó cuando se sintió mejor—. No tengo nada que ofrecerles y esto todavía es un cochinero.

—En realidad tu madre quería venir a verte —confesó su padre—. Nada más vine a dejarla, yo tengo que ir al laboratorio.

Mintió para darle calma, pero Bea sabía que solo intentaba hacerla sentir cómoda.

—Ya veo. Entonces no te entretengo más, ve tranquilo —dijo Bea y se acercó a darle un beso de despedida—. Espero ir a cenar con ustedes mañana y tal vez podamos hablar.

Su padre le acarició la mejilla y luego se acercó a su esposa para abrazarla.

Bea sonrió cuando su madre gritó al ser levantada por Bastian. Se veía tan pequeña en los brazos del hombre, que le hizo gracia.

Mía en silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora