"Te odié tanto y con tal fuerza que un día, ese odio se volvió amor".
—¿Sabes qué lo propiciaba? ¿Qué era tan grave como para que tu padre matara a Zaid? —preguntó consternado—. No cualquiera puede enfrentarse a mi primo, ha mutado tanto.
—Sí, pero mi padre siempre será más fuerte que él y que incluso Ezra —mencionó Bea—. Nunca pude ver la causa que desencadenaba todo, pero fue doloroso que no pude más.
—Bea, tal vez pasará —declaró Lenox.
—Todo estuvo bien mientras no estuve en el país, las cosas se han complicado con mi regreso. He pensado en eso, no creas que no —aseguró y su esposo la abrazó—. No te preocupes, yo no le diré nada y, desde luego, cuidaré de ti para que interactúes lo menos posible con él.
Bea se acercó a darle un beso y agradeció que fuese tan bueno, pero también temió por él, después de todo, Zaid no sentía ningún respeto o afección por él.
—Ve a trabajar ya, yo me encargaré de otros asuntos —dijo la joven y lo incentivó a levantarse. Su esposo rodó los ojos y se levantó, le dio un beso y se fue.
Entretanto, ella fue a su recámara. Al entrar, lo primero que observó fue la caja que había llegado.
Frunció el ceño, no sabía qué podía ser. La agarró, pulsándola para intentar adivinar lo que era. Estaba pesada, al menos un poco, así que fue por un abrecartas y comenzó a romper lo s sellos para abrir el paquete.
—Vamos a ver qué tenemos aquí —dijo, canturreando mientras abría la caja.
Dio un grito cuando vio su contenido y tiró el abrecartas de la impresión que tuvo.
La cabeza de Ellie apareció frente a ella y sin que tuviera una tarjeta o nota, sabía quién era el remitente.
Fue por una bolsa de basura y colocó la caja ahí dentro antes de llevarla en su auto rumbo a un terreno desconocido. La tiró y prendió fuego, borrando toda evidencia suya por cualquier cosa.
Después pidió que lavaran su auto, aunque en apariencia no se veía ninguna mancha. Al final, decidió usar luminol para ver si había sangre. Por fortuna, no fue así.
Pensó en Ellie, le dio pena saber que sufrió por su propia ambición. Sin embargo, no tenía tiempo para lamentarse. Ni siquiera quiso buscar a Zaid, no quería darle el beneficio de verse victorioso. Eso era lo que quería, provocarla.
Salió de su casa y después de lo visto, decidió que lo mejor era llamar a sus tíos y decirle que no podría asistir a su reunión por una entrega de la mudanza. Afirmó que debía esperarlos, pero pasaría al día siguiente.
Después de leer el mensaje de su tía comprendiendo la situación se encerró en su despacho. Pensó en la cantidad de veces que había estado así, dándole vueltas al asunto. Sacó una inyección de su bolso y se la inyectó sin miramientos.
Cerró sus ojos y se recostó sobre el sofá. No supo cuánto tiempo pasó, pero cuando abrió los ojos, había pasado mucho tiempo, puesto que el sol apuntaba sobre otra dirección. Se llevó las manos a la cabeza y se puso de pie yendo hacia la ventana.
Tomó su celular y vio la hora, eran casi las dos de la tarde. Espabiló y salió del despacho, pero detuvo sus pasos al escuchar el escándalo en la entrada.
Se apresuró a ir y se encontró con el personal tratando de frenar a Zaid, quien ingresó sin miramientos y solo detuvo sus pasos al verla.
—¿Ahora qué quieres? —increpó con aburrimiento.
—Sabes a lo que vine —respondió el primer ministro.
—No lo sé ni me interesa —replicó con fastidio—. Tampoco tengo tiempo de continuar soportando tus berrinches ni rabietas, así que lo sea que tengas que decirme esta vez, por favor hazlo de manera simplificada.

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Mía en silencio
RomanceBea Westwood lo puede todo, si tienes un problema que resolver, un escándalo, una controversia o simplemente quieres salvaguardar tu reputación, ella es la mujer indicada. Experta en gestión de crisis, es por mucho la única relacionista pública que...