"Quizás una vida no sea suficiente para olvidarte, pero tal vez en esta noche podamos contar nuestra historia".
BEA.
Zaid sabe que no puedo mostrar marcas que delaten mi pecado, pero no le importa. Lo hace para provocar y aunque me enfada lo que intenta, me cabrea más saber que no puedo detenerlo, que me causa morbo volver a casa y arriesgarme a que me descubran.
Emito un gemido cuando siento sus dientes aprisionar mis pezones. Sujetó su cabeza y bramo salvaje al mismo tiempo que me separa las piernas.
Uno de sus dedos hurga en medio de mis pliegues y no puedo evitar contraer las paredes de mi sexo. Necesito tenerlo dentro.
—Estás mojada y lista —musita en medio de los besos que riega sobre mi piel. Me muerde y retoma su toque.
Siento el frío en el cuerpo, ahí donde su saliva va dejando un rastro imborrable.
Un doloroso «sí» sale de mis labios y al mismo tiempo susurro una maldición al sentir su palma dando un golpecito en mi coño.
Repite la acción y mi sexo clama por atención.
La yema de uno de sus dedos recorre con presteza mis inflamados labios vaginales. Me retuerzo y de inmediato me inmoviliza con su manaza.
Es rudo y me gusta.
Gritó y él me tapa la boca para ahogar el sonido cuando su dedo se adentra en mi coño con brusquedad. Aprieto mis paredes y el dolor recorre como un toque de electricidad por todo mi útero.
Me libera la boca y da un par de golpecitos con sus dedos en mi sensible clítoris.
Quiero que me folle, pero parece decidido a llevarme al límite.
Acaricio su pecho con las manos y puedo escuchar el acelerado latido de su corazón; sin embargo, es imposible concentrarme cuando sus dedos entran y salen de mi sexo.
No se detiene, me folla con dureza hasta que sujeto su muñeca frenándolo un poco. Saca sus dedos y los lleva a su boca. Los lame con deleite, saboreando mis fluidos y me los da a probar para que me embriague con mis propios jugos.
Me sujeta de la cintura y de un tirón me da la vuelta hasta dejarme culo en pompa. Me da una palmada y grito.
Coloca su mano sobre mi espalda para obligarme a bajar mi pecho y pegarlo al colchón.
Obedezco y espero.
De nuevo me acaricia con sus dedos, tocando mi clítoris antes de hundirlos en mi interior una vez más. Los une para meterlos en mi coño y los arquea dentro, mientras me revuelvo de placer.
Pronto me veo empujando el culo hacia atrás para ir al encuentro de sus maliciosos embistes. Gimo de gozo y como respuesta obtengo un golpe en las nalgas y un pellizco en el clítoris que me enloquece.
Estoy a punto de correrme, siento la espiral del orgasmo encrespar, pero no quiero hacerlo, deseo alargar esto lo más posible.
Zaid tiene otros planes, pues me levanta más el culo antes de acercarse y darme besos por toda la espalda, al mismo tiempo su mano aplasta mi nuca, sometiéndome.
Ladeo la cabeza para dejar mi rostro estampado en el colchón y al mismo tiempo, siento sus dedos clavarse en mi carne mientras intenta someterme y castigarme, sé que lo hace por eso.
La tarea de respirar comienza a parecer difícil, sobre todo porque él está decidido a no dejarme escapar y por ello me inmoviliza.
Quiero decirle que pare; no obstante, las palabras no salen de mi boca y en el fondo, algo en mi cabeza me recrimina lo estúpida que estoy siendo, pero por absurdo que parezca, no quiero hacerle caso a esa voz interior.
Separa mis piernas usando las suyas y puedo sentir su miembro hurgando entre mis pliegues. Mi espalda se arquea de anticipación, pero antes de que intente procesar lo que va a pasar, arremete en mi interior de un solo golpe de cadera.
Un fuerte grito sale de mi garganta y al mismo tiempo mi teléfono resuena por toda la oficina.
Siento las paredes de mi sexo abrirse y desgarrarse ante el paso de la enorme verga que me taladra en ese momento. Lo disfruto y a la vez lo odio.
Me retuerzo cuando un placentero dolor se instala en mi útero antes los empellones que recibo. Lo escucho bufar y apretarme contra el colchón tan fuerte que pareciera que quiere fundirme con él.
Resopla y afloja la presión solo para agarrarme del cabello y tirar de ellos, al mismo tiempo que su otra mano sujeta mis muñecas y las lleva hacia atrás.
Una especie de columpio se forma con mi cuerpo. Las piernas duelen ante el esfuerzo que hago al tenerlas hacia atrás, apretándome a sus caderas como me es posible mientras sigo enganchada a él y me suspendo con el agarre que tiene sobre mis muñecas y mi cabello.
Me folla con violencia. Grito y maldigo mientras siento que su pene se expande dentro de mí con cada embestida que recibo.
Las muñecas me duelen, el cuero cabelludo también y comienzo a sentir el calor propio que avecina un orgasmo largo y poderoso.
Me deja caer de nuevo y sin darme tiempo a recomponerme, vuelve a penetrarme de un solo embiste.
No le interesa que mi cuerpo esté desmadejado, le da igual, arremete contra mí sin importarle en absoluto cómo me siento.
Me hundo en la cama, apenas consciente de lo que sucede y noto una de sus manos meterse en mi entrepierna; se apodera de mi clítoris y lo pellizca, lo frota haciendo círculos pero sin dejar de follarme.
Me cabalga sin piedad. Su verga se abre paso en mi interior con violencia, tocando puntos dentro de mí que apenas recordaba.
Siento que voy a correrme y un latigazo de dolor me recorre cuando palmea mi trasero.
Había olvidado lo llena que me hacía sentir con cada follada. Lo que era disfrutar de su tamaño y su grosor.
Jadeé predispuesta a soportarlo todo y por un instante recordé la cantidad de veces que estuvimos así, cada una de las noches que me encontré en su cama, pero que a diferencia de este momento, Zaid musitó solo cosas bonitas para ella.
Justo ahora, estábamos teniendo sexo, el más impersonal y visceral sexo. Ese que siempre odie entre las personas, pero que sabía que era todo lo que podía permitirme en la actualidad junto a Zaid.
La follada de este día solo sería un recuerdo vacío. A pesar de que cada caricia me volvía loca y de que creía que iba a morir al sentirlo golpeando con su falo el interior de mi cuello uterino una y otra vez, el sexo era eso, una entrega llana.
Mis pensamientos se silencian cuando se retira de mí. Suelto el aire que no sabía que estaba reteniendo y antes de que pueda decir algo, me da la vuelta, dejándome de espaldas a la cama y de frente a él.
Separa mis piernas, se agacha y toma posesión de mi clítoris de nuevo. Su lengua me recorre y a la vez me folla con los dedos.
Cada vez lo hace más rápido y solo puedo sacudirme y temblar antes los orgasmos seguidos que se apoderan de mí, uno tras otro y que no perdonan en absoluto.
Este hombre hace de mí lo que le da gana, sabe que soy su marioneta.
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Mía en silencio
Любовные романыBea Westwood lo puede todo, si tienes un problema que resolver, un escándalo, una controversia o simplemente quieres salvaguardar tu reputación, ella es la mujer indicada. Experta en gestión de crisis, es por mucho la única relacionista pública que...