"En algún punto, la desdicha se vuelve una necesidad para mí; al menos así, encuentro una razón para pensar en ti. Si no te pienso no hay vida".
Bea se limpió las lágrimas y arrancó su auto, volviendo a casa; sin embargo, no se sentía capaz de mantenerse tranquila frente a su marido, así que en cuanto llegó a su hogar, se apresuró a ir al despacho.
Miró el celular con el que había llamado a su hijo y lo apagó antes de guardarlo en el bolso, era una línea segura, pero no se atrevía a correr riesgos. Entretanto, sobre el escritorio dejó su teléfono personal. Se recostó en el sillón y cerró los ojos durante algunos segundos antes de escuchar el sonido de la puerta.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Lenox, tallándose los ojos y acercándose a ella, esperando que dijera algo al respecto—. Es tarde, ¿por qué estás vestida? Ya te habías acostado.
—No podía dormir y fui a la oficina por unos documentos —respondió y se puso de pie para ir a la cama con él—. Vamos a descansar, mañana vas a trabajar y pareces un niño que no puede dormir si mamá no le lee un cuento.
Escuchó la risa de su esposo, quien la abrazó por la cintura, le dio un beso en el hombro y la llevó a la habitación.
—Estaba pensando —mencionó su marido—. Shaun ya está cerca de entrar en la pubertad y nosotros aún no tenemos hijos.
—Lenox, es de madrugada, ¿te parece un momento oportuno para hablar de bebés? —inquirió un tanto fastidiada—. Ahora recién nos mudamos y...
—Si no lo discutimos ahora, entonces cuándo —reclamó el hombre y suspiró antes de abrir la puerta de la recámara y adentrarse de mala gana—. ¿No deseas ser madre nunca? Yo... yo lo he pensado y creo que es hora de procrear un bebé, llevamos un poco más de cuatro años de casados.
—Yo no quiero tener hijos —declaró tajante y él la observó con atención—. No, los deseo ahora ni nunca. Yo sé que no hablamos de esto antes de casarnos, pero no puedo seguir dándole vueltas a todo este asunto, no es justo ni para ti ni para mí, creo que lo entiendes.
—Pero qué hay de mí —recriminó Lenox, pasándose las manos por el rostro—. Yo sí quiero ser padre.
Ella agachó la vista al darse cuenta de que se hallaba desilusionado de su determinación a no ser madre. No quería hacerle daño, lo estaba lastimando.
»¿Sabes qué? Tienes razón, no es momento de hablar de esto —continuó diciendo Lenox y ella hizo un puchero—. Vamos a hablarlo después, justo ahora es tarde y...
—Lenox...
—No —interrumpió él levantando las manos—. Tengo que madrugar y es mejor que lo hablemos mañana. Además, mi madre viene y desea visitar a mis tíos, seguro vendrá a casa y no quiero que encuentre un ambiente tenso.
—Bien —dijo Bea. Lo vio acostarse y darle la espalda.
Apagó la luz y fingió que dormía mientras ella solo podía mirar un punto fijo en la pared y se preguntaba cómo era que toda la vida construida en años se estaba desmoronando en apenas un día desde que llegó.
Permaneció sentada en la cama unos segundos y cerró los ojos antes de concentrarse en remover los acontecimientos de ese día.
Pensaba sumergir a todos en una nueva etapa de reconstrucción de pensamientos.
No podía echar el tiempo atrás, pero sí que podía crear una realidad alternativa con la mente de casi todas las personas.
De esta manera, lograba que olvidaran acontecimientos pasados o plantaba sucesos en la mente de otros.
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Mía en silencio
Roman d'amourBea Westwood lo puede todo, si tienes un problema que resolver, un escándalo, una controversia o simplemente quieres salvaguardar tu reputación, ella es la mujer indicada. Experta en gestión de crisis, es por mucho la única relacionista pública que...