"Poseo el don de ser tan tiránico que mi propio silencio resuena como algo natural, inclusive en la densa oscuridad que me domina".
—Primer ministro. —Bastian saludó y Bea tuvo que alejarse para dar paso al recién llegado.
El corazón le latía con fuerza, tan fuerte que creyó que rompería su pecho, pero se obligó a recomponerse.
Zaid sonrió al científico y le dio un abrazo, luego a su hermano y los otros dos biólogos.
Saludó a Brianna, la mujer de Bastian, y por último fijó la vista en la pareja.
—Beatrice —musitó con un asentimiento, pero no se acercó—. Lenox.
Fue tan impersonal para saludarla que la hizo sentir mal, aunque lo agradeció, así no se desdibujaba la línea puesta por ella misma.
—Primo, ¿o debo llamarte primer ministro en público? —inquirió un divertido Lenox.
—Primer ministro, no seas igualado —replicó sin más.
—Siéntate con nosotros —pidió su gemelo, Ezra, restando tensión, pero para fortuna de Bea, Zaid se negó diciendo que tenía que saludar a otras personas.
No tardó en irse y los demás tomaron asiento en las mesas.
Sin poder evitarlo, la joven miró en la dirección en la que se fue. No había cambiado nada, tal vez era un poco más maduro, pero seguía siendo tan guapo como antes.
Sintió algo que no pudo describir cuando una morena hermosa se acercó a él, quien le dedicó una sonrisa. Volvió la vista a la mesa y sonrió al notar que su hermana la observaba con atención.
Ezra se puso de pie cuando sus padres se acercaron con Zaid y se sentaron en la misma mesa.
—¿Qué tal fue el viaje? —preguntó Raven, su hermana, al verla tensa.
—Fue agotador, sobre todo por la mudanza previa, más que por el vuelo, pero nada me impediría estar aquí esta noche —dijo con un tono divertido que pretendía desviar la atención.
—Le he dicho a Bea que debe descansar, pero está empecinada en comenzar mañana mismo con el trabajo —aseguró su esposo.
—Bueno, es que la oficina necesita arreglos, muchos —replicó ella con una sonrisa—. Quiero comenzar antes de que llegue el resto de las cosas.
—Supe que resolviste con éxito el asunto del congresista Mainor —declaró Parker—. No creí que encontrarías una salida, el problema fue complicado. Felicidades, fue un gran trabajo.
—Le he dicho que cuando Zaid esté en líos, ella será su salvación —dijo su esposo y todos se giraron a ver al primer ministro, quien parecía aburrido y sin intenciones de socializar.
—Tengo un equipo competente. Igual no hay motivo para felicitarla, ese es su trabajo y cobra por ello —mencionó Zaid mientras reía con cinismo—. La llaman el diamante de satanás, ¿no es así? Supongo que si hace un excelente trabajo de plomería, evitando que la mierda se desborde, sus honorarios deben ser altísimos. No es altruismo, es a lo que se dedica.
Bea sonrió ante el ataque. Le miró, pero él parecía incapaz de esconder su desagrado, tampoco es como que quisiera hacerlo.
—Sepulto la mierda, sí —concordó Bea—. Tan profundo que nunca pueda emerger de nuevo. Es una labor que no cualquiera realiza, mucho menos cuando alguien se aferra a mantener la cañería sucia.
Zaid levantó su vaso y bebió de su copa antes de sonreír como lo haría un canalla; entretanto, ella tomó la mano de su incómodo esposo cuando este pretendía decir algo.
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Mía en silencio
RomanceBea Westwood lo puede todo, si tienes un problema que resolver, un escándalo, una controversia o simplemente quieres salvaguardar tu reputación, ella es la mujer indicada. Experta en gestión de crisis, es por mucho la única relacionista pública que...