𝟎𝟏𝟐. 𝐂𝐑𝐔𝐂𝐄𝐒

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Evie

¿Daniel? nunca en mi vida había escuchado sobre él, o al menos que yo recuerde no, aun así, parecía conocer a mi madre, así que quizás pueda decirme más al respecto.

—Lo siento, pero es que yo no soy... —negué un par de veces. —no soy quien crees. No soy Regina, en realidad soy su hija.

Trate de explicarlo, pero pareció ignorar eso y solo me dio la espalda para caminar de nuevo por aquella casa.

—Pensé que no volvería a verte. —hablo desde donde estaba ahora. — creí que luego de lo que hizo tu madre, ya jamás te vería.

Fruncí el ceño y me acerqué un poco a donde estaba, parecía estar sirviendo dos tazas de algo que no lograba reconocer, pero parecía té. Yo no sabía de qué estaba hablando y ahora tenía curiosidad de saber a qué se refería.

—¿De qué hablas exactamente? —me atreví a preguntar y él suspiro.

—Te entiendo, a mí también me hubiese gustado olvidar todo lo que pasó aquella noche. —se giró para poder verme de nuevo y estiró su mano para tocar la mía.

En cuanto su mano tuvo contacto directo con la mía, sentí un torrente de electricidad que me hizo perder la noción de lo que pasaba y ante la sensación solo cerré los ojos. Los abro de nuevo cuando todo estaba en silencio y me encontré en otro lugar, ya no era la cabaña en la que se supone estaba, ahora era un establo donde había silencio y además hacia algo de frío.

Mire hacia la salida, estaba completamente de noche y parecía estar muy tarde realmente. Escuche pisadas y me alarme un poco, mire por todos lados en busca de saber quién era y entonces la vi.

Mi madre, al menos se parecía demasiado, pero estaba quizás más joven, traía un bello vestido y se veía algo angustiada, pensé que podía verme, pero no fue así, de hecho, corrió hacia donde yo estaba y prácticamente me atravesó como si no existiera y entró a aquel establo.

La seguí sin pensarlo mucho hasta ver cómo de uno de los establos de los caballos, salía Daniel, aquel chico que me ayudaba ahora. La escena era un poco extraña, pero al mismo tiempo era algo conmovedor y no pude evitar seguir viéndolos a los dos, en sus ojos se veía el brillo del amor y como ambos estaban dispuestos a escapar juntos.

No entendí que pasaba y seguí confundida hasta que alguien más apareció, una mujer mucho mayor que no parecía estar feliz con los dos jóvenes allí. Entendí que era la madre de Regina, mejor dicho, mi abuela y parece que no se llevaba muy bien con mi madre.

Su nombre resonó por el establo, se llamaba "Cora" y ambos jóvenes le temían, pues con cada paso que ella daba, ellos retrocedían. A pesar de que intentaron razonar con ella, fue todo en vano, porque aquella mujer actuó sin escrúpulos.

Vi entonces como Cora, le arrancaba el corazón a Daniel ahí en frente de su hija que apenas si podía hacer algo, sin ningún tipo de remordimiento, la mujer aplastó el corazón latente del chico hasta que lo hizo polvo y este cayó sin vida a los pies de ambas.

Regina lloraba y pedía que Daniel siguiera con ella... así mismo como cuando ella mató a Harry frente a mí. La escena me llevo justo a esa noche, en donde lo vi morir con mis propios ojos en mis propios brazos y yo no logre hacer nada más que verlo.

Seguido de ello, Cora trato de consolar a su hija, diciéndole que era por su bien, pero Regina y yo sabíamos que no era así. Entendí más que nada el dolor que ahora tenía al ver la horrible escena con su amado y cuando menos lo pensé, mis lágrimas llenaban mis mejillas sin darme cuenta.

—No somos tan diferentes en realidad. —escuché la voz de Cora y volví a prestar atención, esta vez, parecía hablarme a mí. —tu madre hizo, lo que yo hice.

Mirror, mirror: Corona Regente || Libro 2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora