Café

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El tono de llamada de mi teléfono hizo que comenzara a retorcerme sobre mi cama, logré tomarlo con los ojos cerrados aún y contesté picando la pantalla con mi dedos.

—¿Hola?
—¿Luan? Dios ¡Sigues dormido!

La voz enfadada de mi madre hizo que  abriera los ojos de golpe, por instinto despegue el teléfono de mi oreja y mire la hota 10:30a.m.

Me puse de pie y busque mi bóxer, una ves que lo encontré comencé a ponérmelos.

—Estaba bastante cansado, me quedé dormido.
—¡Pero si llegaste en la tarde!

Mire a la chica que se encontraba acostada en la cama, su cabello rojizo estaba alborotado, palpe la sabanas de la cama y  comencé a buscar por toda la habitación su ropa interior y lo que traía puesto la noche anterior.

—Si, pero me puse a desempacar, acomodar mis cosas y se me hizo tarde.

Una ves que tenía la ropa de la chica, me acerqué a ella, comencé acariciar su brazo, puse el altavoz a mi mamá y tire el teléfono en la cama.

Enrollé mis dedos en los algunos mechones de su cabello, ella comenzó a moverme un poco, hasta que finalmente despertó.

—¿Piensas que te voy a creer?

Sus ojos se clavaron en mi, era hermosa, no lo voy a negar, llamo mi atención en cuánto llegue al bar anoche.

Comenzó acariciar mi brazo y a tratar de pegarse a mi cuerpo, pero fuí más rápido y le dí su ropa.

—Vístete.

Susurré señalando su ropa, ella hizo una mueca, pero terminó haciendo caso.

—¡¿Luan?!
—Si, mamá, me quedé jugando videojuegos, se me hizo tarde.
—Con que me enteré que has salido a uno de esos horribles lugares, te mató ¿Me escuchaste?

Me senté en la cama, viendo como la chica se vestía, lo hacían tan sensual y lo hacía al propósito también. Agite la cabeza y miré hacía otro lado, en específico una estantería vieja.

—Si, si, pero en verdad no he salido. No he tenido ni un poco de tiempo. Además como me crees capaz de salir, es un nuevo lugar que no conozco,

Cuando terminó de vestirse la ayudé a buscar sus zapatos, se los entregué, bajamos las escaleras. Posiblemente le hubiera pedido que se quedará, pero realmente tenía cosas que hacer y la compañía ahora no la necesitaba.

Había sido un milagro que yo allá dormido con ella, tal vez fue la cantidad de alcohol y entre otras sustancias que ingerí. Además era el primer día y si, me había gustado, pero seguramente había mejores.

Le abrí la puerta de la casa, besé sus labios, tapando la bocina del celular para que mi madre no escuchará, una ves que se fue pude concentrarme mejor, revolví mi cabello.

Y ahí estaba el olor intenso a café nuevamente invadió a la casa.

—¿Y la flor?
—Emm, está bien, llegué justo a tiempo, estaba apunto de marchitarse.

Caminé hasta la cocina, empujé la puerta, el olor a café lleno mis pulmones, la cafetera ya estaba apagada, y había una taza en dónde salía el pequeño vapor, algunas tazas ya estaban limpias, acomodas y otras que aún seguían sucias.

—Que bien ¿El jardín? Que tal.

Tomé un vaso, la llené de agua y mire a la flor, sus hojas habían amanecido más vivas, pero seguía viéndose frágil.

Está ves eché el agua con cuidado, apiadándome de ella.

—Bien, está bien, también estaba casi marchitándose.

El cuaderno de AlbertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora