Albert e Isabel

1 1 0
                                    

El impactó fue bastante fuerte, todo el cuerpo me dolía, amenazaba con desmayarme, pero como pude salí de ahí, su pequeña mano me tomó de la camisa, me giré, ella estaba bien, tomé su mano y la jale, comencé a buscar con la mirada la salida, no estando muy seguro comencé a caminar junto con ella.

Era un edificio bastante grande, el eco resonaba por todo el lugar, su cabello castaño estaba echó un desastre. Su respiración agitada y sus ojos ya rojos por tanto llorar.

—Tengo miedo, Luan...

Tomé su manita, yo también tenía miedo, pero necesitaba ser fuerte por ella, por los dos. Me aseguré está vez de no soltarla, no la iba a soltar, no ahora.

—Voy a cuidarte, tranquila.

De pronto un gritó ahogado hizo que el corazón se me acelerará más, era de mi madre, no sabía de dónde provenía, pero estaba seguro que estaba un poco lejos de nosotros.

—¡¿Mamá?!

Grité, el sitio hizo eco, todo estaba oscuro y solo veía los escombros y cosas tiradas, vidrios rotos y luces parpadeantes.

Ella soltó mi mano y comenzó a caminar. Otra vez el miedo se apoderó de mí.

—¡No! Espera.

El suelo crujió y derrepente ella desapareció de mi vista.

—¡¿Dónde estás?!

Grité con un nudo en la garganta, no hubo respuesta, corrí por los pasillos, las luces parpadeaban, todo era bastante terrorífico, bajé las escaleras con desesperación, eran muchas todas parecían infinitas, miré hacía abajo y ahí estaba ella. Había caído al vacío.

¿Había caído? ¿Pero cómo?

Su cabello castaño y largo estaba esparcido en el piso, su boca sangraba y su nariz también, sus ojos estaban cerrados y de su cabeza salía el líquido carmesí.

La misma imagen se repetía, una y otra vez, conocía perfectamente bien el final de todo esto.

—¡No!

La desesperación hizo que me tirará por vacío, el golpe fue duró, me sentía bastante mareado, cómo pude me arrastré hacía ella, tomé su manita y moví mi cuerpo.

—No, despierta.

Las lágrimas comenzaron a salir, podía escuchar los latidos de mi corazón.

Acaricié su cuerpo sin vida y rogué porque no me dejará, el dolor en el abdomen apareció y esa maldita herida estaba ahí.

Tal como lo demás sueños, vivía atrapado en un maldito bucle.

Abrí los ojos, mi pecho estaba bastante agitado, mis ojos ardían, mire mis manos. Y después también levanté mi camisa en dónde me encontré con la cicatriz. Solo era eso una cicatriz.

Encendí la luz, algo a lado de mi hizo que voltera y me diera otro mini paro cardíaco, era Mar, fruncí el ceño y mire mi habitación.

—¿Mar?
—¿Hum?

Se giró y frotó sus ojos, se sentó y me miró, me escaneó y miro mi mano en mi abdomen en donde yo cubría la gran cicatriz.

—¿Estás bien?

Su expresión adormilada despareció y ahora se había convertido en una de preocupación, tomó mi rostro entré sus manos, sus ojos se cristalizaron.

El cuaderno de AlbertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora