Bláth

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Habían pasado dos días desde que ella no aparecía y desde ese pequeño incidente, así que asumí que se había ido de la casa.

No voy a negar que todas las mañanas me despertaba esperando el café, el olor a café que ya estaba acostumbrado a oler todas las mañanas, habían pasado dos días y cada de que me despertaba no estaba el olor a café, niguna taza de café.

Estaba preocupado por la chica, no la de la otra vez con lo que tuve algo que ver, si no con la chica de ojos magicos y vestido blanco, la mayoría del tiempo me la pasaba mirando la ventana, para ver a que hora regresaba, hace dos días no salia de fiesta por esperarla a ella.

Ese momento en el que ella había mostrado preocupación por el golpe que me había dado la chica, pude ver en su mirada preocupación, me sorprendió porque en los últimos meses casi siempre me miraban con cierto odio, enojó. Y entonces ahí fue donde sucedió, un pequeño mechón de su cabello estorbaba su vista y yo con una mano lo moví detrás de su oreja, ella alejado rápido, acordando toda clase de distancia, bajo las escaleras y se fue.

Dejándome pensando ¿Qué había echó mal? ¿Alguna actitud?

Y hoy otra noche más, me había marcado una de las chicas con las que me ví los últimos días, le contesté desinteresadamente y me senté en el sofá a esperar a la chica otra vez.

Mi tarde se fue en ver películas viejas que tenían los abuelos, mirar cada cierto tiempo la puerta y asomarme en la ventana, que me había olvidado de comer así que fui directo a la cocina a ver si encontraba algo.

Abrí la nevera y me encontré con una mantequilla ya seca, un tómate cortado a la mitad apuntó de echarse a perder, y lo demás eran cervezas, fruncí en ceño y mq quedé un momento analizando si sería la mejor opción tomar ahora mismo, no tardó mucho para que decidiera y tomé una, cerré la nevera, me voltee para poder sentarme en una de las sillas.

Dí un pequeño saltó, solté un grito ahogado, caí sobre la silla y llevé una mano a mi pecho, justo donde estaba mi pobre corazón acelerado.

Me sentía un poco aliviado, si, pero también asustado, porqué enfrente de mi estaba ella.

—Dejá de asustarme así.

Seguía completamente igual, las ojeras, piel pálida, pero ahí estaba, había regresado.

—Pense que ya te habías ido. —Conteste desinteresadamente.

Abrí la cerveza y saqué mi teléfono, necesitaba hacerle saber que su ausencia no me había afectado, aún fuera todo lo contrario, porque no quería asustarla una vez más, ella miró con curiosidad en aparato.

Se sentó en una silla y miró cada movimiento, como ya había dicho tenía hambre, así que abrí una aplicación para pedir comida, después de pedir sushi me centré de nuevo en ella, tomé otro sorbo de mi cerveza y esa emoción incrementó en mi, estaba ahí.

—He pedido algo de comer.

Levantó la mirada y ladeó la cabeza.
Puse mi codo sobre la mesa y recargue mi barbilla sobre la palma de mi mano para poder observar un poco más de cerca sus facciones.

Seguía observandome, con esa misma curiosidad, me preguntaba si ella sabía que yo también sentía la misma curiosidad por ella.

—¿Qué?

Pregunté frunciendo el ceño, una parte de mi estaba enfadado con ella, me había dejado a mitad del pasillo, como un estúpido y después pensando en ella y en sus...lindos ojos.

—¿Por qué tardaste tanto?—Habló casi en un susurró.

Levanté ligeramente las cejas, no comprendía lo que decía, eso había sonado como un reclamó. No quería discutir, porque sabía perfectamente como me pondría, solté un suspiro y conté hasta díez mentalmente.

El cuaderno de AlbertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora