Estación de Tren

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Estaba esperando que el tren viniera, había pocas personas en la estación y eso definitivamente se debía a la hora.

Me senté en una banquita con un café en la mano, di un sorbo, estaba bastante caliente y demasiado dulce.

Hice una mueca y dejé el café aún lado. Repitiéndo mentalmente que no lo volvería a tomar en lo que restaba del tiempo de espera.

A un lado de mi se había sentado un señor mayor, traía un ramo de flores, que sinceramente era difícil no prestarle atención.

El soltó un suspiro y miro sus flores con una mini sonrisa.

Mire una vez mi teléfono, no había ningún mensaje, mi mamá no sabía que iría y tampoco le quería avisar, seguramente me mataría. Aún que dijera que siempre me esperaba con los brazos abiertos.

Llevé mis manos a mi rostro y restregue mis ojos con cansancio.

Mire nuevamente al señor, está me observaba con cierta curiosidad, miró mis maletas, escaneó una por una, después me hizo un escaneó más a mí.

—¿Viaje largo? —Preguntó, pero eso no fue lo que me había sorprendido, no estaba hablando italiano.
—Eh, si, muchas horas.
—Debe ser duró, viajar sin ir descansado.

Yo asentí, mire las flores que tenía en sus manos y no pude evitar pensar en, Fiore. Posiblemente se marchitaria, a no ser que Mar la regará.

Mar...

—Se las llevó a mi esposa, ella se encuentra en el hospital, diario viajo a esta hora para poder ir a visitarla y así cuando abra los ojos por la mañana, yo estaré ahí con ella.

Yo sonreí ante la confesión, me imaginé al señor llegado a la misma hora y pasar el restó del día a lado de su esposa, mi yo de siete-dieciocho años seguramente ya había puesto los ojos en blanco y sin dudarlo dos veces ya se habría alejado del anciano.

—¿Esas flores son las favoritas de ella?—Pregunte mirando lo bonitas que eran, había de distintos tipos, blancas, moradas, rojas, pero no pude identificar el nombre de ninguna.
—Si, son todas sus favoritas.

Me parecía impresionante como una persona de su edad podía retener tanta información de una sola persona.

—¿Cómo es que después de tantos años aún recuerda perfectamente bien cada detalle?

Yo olvidaba simples fechas, pequeños detalles, tenía apuntando en mi calendario de mi teléfono cumpleaños o fechas que consideraba importante, porque mi mente era incapaz de guardar pequeños detalles.

—Oh, cuando alguien en verdad ama a otra persona recuerda hasta el más mínimo detalle, su canción favorita, el color de sus ojos, pequeños detalles como un lunar en especial.

Yo asentí comprendiendo todo lo que me decía.

—¿Tienes novia?
—Si...
—¿Cuál es su color favorito?

Me quedé observando el piso ¿Su color favorito? Usaba mucho el morado, quizás ese color era su favorito.

—Hum ¿Morado? —Hable dudoso, levanté la mirada y volví a observar al anciano, el tenía una mini sonrisa.
—Bien, posiblemente eso pasé ¿Sus flores favoritas?
—Nunca le he preguntado...
—Bien ¿Su comida favorita?
—El sushi.
—¿Seguro que esa no es tú comida favorita?

Yo lo miré con el ceño fruncido, bueno el sushi si era mi comida, cuando lo pedía a Aída no le molestaba.

—Algo muy sencillo ¿Cuándo es su aniversario? —Solté un suspiro, hice cuentas, pero simplemente la mente se me puso en blanco.
—No lo sé.
—Amas su compañía, no a ella. Así de simple, estás acostumbrado y la costumbre nunca es buena, porque si lo haces terminarás odiando a esa persona y se volverá una desconocida en tu vida.
—¿Qué? No, yo la...quiero.
—Querer y amar son cosas muy diferentes. No puedes decir que la amas porque es una palabra muy fuerte, querer tiene menos peso. Y te entiendo, no es fácil, llegará la persona indicada, a la que le podrás decir un te amo sin sentirte forzado, simplemente te saldrá del corazón.

El cuaderno de AlbertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora