Amor

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Mar había estado sería toda la mañana y es que había generado una nueva maña.

Y era despertarse antes que yo e ir a la cocina a prepararse palomitas. Cuando bajaba tenía a Mar en la mesa comiéndo su ‘desayuno’ del día.

Mar era como una persona que no empezaba bien su día sin una taza de café, lo que cambia con Mar es que ella no podía empezar su día sin un bol de palomitas.

Y estaba sería porque justo ayer se habían acabado las que quedaban.

Esa mañana había preparado el café de mala gana, tanto que cuándo lo probé esté me quemó la lengua.

—Vamos, no puedes estar así toda la mañana.

Me fulminó con la mirada y luego imagino que no existía mirando a otro lado.

Así que anoté en mi notas mentales que había creado de ella.

No darle trozos de zanahoria a Mar cuando no hay palomitas.

Y otro más que decía; Si no quieres ver a Mar enojada, siempre tienes que tener palomitas en tu casa.

—Eso es muy malo para tu salud, las palomitas no son buenas en la mañana... Ni para tanto días contínuos. —Mar soltó un suspiro bastante escandaloso.— Sabés, me alegro ¡Bastante! Que no haya más palomitas en la casa.

Recibí una mirada de enfadó de parte de Mar.

—Mejor ayúdame a preparar el desayuno ¿Bien? Algo nutritivo.

Al no tener ninguna respuesta de parte de Mar, yo sólo comencé a sacar algunas cosas para el desayuno.

Después de unos minutos Mar se acercó y ella comenzó a picar la verdura al ver el desastre que ya había tenido.

Después de tener un desayuno bastante silencioso y con algunas miradas fulminantes de Mar, decidí atender su queja.

—¿Me acompañarías a hacer compras?

Ninguna respuesta, solo se limitó a seguir mirándome sería y a tomar un sorbo de agua.

—Te compraré más palomitas.

Dejó el vaso en la mesa haciendo que esté se derramará un poco y caminó apresurada hasta mi, una sonrisa se formó en su rostro y asintió.

Solté un pequeño suspiró y después de ordenar un poco la cocina fuí a mi habitación, Mar caminó detrás de mi en cuento entré ella miró mi habitación, se sentó en la cama y miró cada rincón.

—¿Qué está mal?
—Nada...es muy tuya. —Contestó dando un vistazo a una estanterías de libros viejos, realmente no me gustaba leer, solo los tenía ahí para decoración. Y algunos los había tomado de la mini biblioteca de los abuelos.
—¿Por qué lo dices?

Ella se encogió de hombros, se puso de pie y caminó hasta la estantería analizó cada libro.

—¡Oh! Entendí, es tan mía por el desastre que hay ¿Cierto?

Mar me miró sin ninguna expresión y siguió con lo suyo, no digo nada más.

Mientras buscaba en mi clóset algo cómodo para ponerme, escuché cómo detrás de mi Mar, deslizaba un libro para poder tomarlo, me giré y justo del libro cayó una foto, no tomé tanta importancia.

Hasta que recordé la única foto que había guardado en uno de los libros, mi corazón comenzó a latir de una manera impresionante, Mar levantó la foto y la observó, se quedó perpleja, sus mejillas se ruborizaron, dejó la foto de nuevo en el libro.

El cuaderno de AlbertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora