Me deshice de todo aquello que me hizo una vez, que me formó y me elevó. Me deshice de los tallos de flores que arrancaste de otro jardín y cultivé mis nuevas raíces. Deshice la maleta, deshice los días, las noches... y quedó la luna despejada, brillando, acompañada de estrellas.
Quedé yo.
Quedaste tú, refugiado en mí.