Respiraba al ritmo de las olas, su pelo caía sobre sus hombros, que se entrelazaban en mis manos como las algas en la orilla del mar, sin escapatoria. Sus ojos eran de ese color tan singular, verde agua, su piel me recordaba a la tan suave y cálida arena, el sol podías encontrarlo en su pequeña sonrisa de 'Buenos días' y el calor en sus abrazos de madrugada. En ella podía ver el mar en el mismo centro de Madrid.