Pasó el tiempo y me cogió de la mano.
Me llevó a un lugar lejano, adecuado, equilibrado a mi autarquía.
Encerrada en mi locura, no quería ver el día.
Me arreglaba el alma con imperdibles, dime si no cala el frío allí dentro.
Cartones mojados y mis propias manos arreglando el salón de invitados.
Una alfombra roja alcochada con vuestras sucias palabras, mis pies con manchas, envenando el cielo, el viento, las paredes de un corazón sin suelo.
¿Quién confiaría en alguien que destruye su propia vida?
Sólo un arqueólogo que investiga las ruinas.