Una de las cosas que realmente me gustan de viajar en tren, son las historias que hay detrás de cada pasajero que hay en él.
Hoy he tenido la fortuna de sentarme junto a una mujer que tenía todas sus vivencias marcadas en la piel, "arrugas" les llaman otros.
Hemos estado hablando todo el trayecto sobre su pasado, sobre la existencia de un Dios, del mundo, de las injusticias, de lo avaricioso que es el mundo...
Me comentaba cómo fue su juventud, cómo se marchó y dejó al amor de su vida en el pueblo que le había visto crecer. "¿Sabes? Hay una única cosa de la que me arrepiento y me arrepentiré lo que me queda de vida, y es de no haberle ido a buscar" Me decía con una sonrisa llorosa. "Ojalá tú llegues a mi edad y puedas decir que no te arrepientes de algo que no has hecho, vive con lo que tengas y no busques más de lo que puedas".
A lo que yo le contesté: "No creo que exista un Dios; supongo que todo lo que hay en el mundo es creación nuestra, supongo que hay personas más comprensivas y benévolas que otras; pero me siento un poco más tranquila cuando me cruzo con personas cómo usted.
Y le puedo confesar que no es tarde para ir en busca de ese amor, la vida dura lo que nosotros deseamos que dure".
Ella se limitó a mirar y a sonreirme.Cuando llegamos a nuestro destino cada una se fue por un lado. Yo con la satisfacción de haber conocido una parte de su historia y ella espero que con la ilusión de una joven de 20 años.
Hay personas con las que te cruzas un día y te regalan una enseñanza para toda la vida. Carmen era una de ellas.