Ahora lo entiendo. Entiendo el que me dejaras. Entiendo el que yo llorara.
Ahora entiendo que yo era el problema. Me infravaloraba. Creía que era menos que tú, que nunca podría encontrar a alguien que me quisiera. Me odiaba, me atemorizaba la idea de estar sola. El silencio. Los sentimientos. Soy una conformista. Una loca de los recuerdos, de las miradas, de las sonrisas, de las emociones, de las canciones, de las estaciones y de los trenes. Estoy loca.
Pero ahora lo recuerdo, recuerdo quién era, la chica que vagaba por el borde del precipicio con más emoción que miedo, con los pies llenos de heridas de tanto bailar, con la voz ronca de gritarle al mundo mi libertad. La chica de los ojos brillantes, la del pelo despeinado y ojeras de por la mañana, la del capuccino caliente por las tardes, la chica que escribe, que llorar, que ríe y vuelve a llorar. La chica que abraza con ganas, que reconstruye castillos de arena, que sonríe a la tristeza y deja abierta la ventana para que se cuele el olor a tierra mojada.
Contigo me lancé y me golpearon.
Me arrollaron.
¿Cuántas veces? ¿Ocho? ¿Diez?
Ahora lo entiendo.
Te entregué todo el amor que no sabía dedicarme a mi misma.
Tú lo sujetaste y lo convertiste en cenizas.
Pero tranquilo, soy un Ave Fénix.