Los infiernos a veces son más fríos que un invierno sin ti, y cómo me cobijo sin tus brazos salvavidas, porque lo eran, salvaban vidas, salvaban la mía cada día con un abrazo; un abrazo de esos que absorben el alma para luego devolvértela limpia y curada. Decías que el dolor que uno llevaba por dentro podría ser la cura para otros. Y lo hiciste, curaste a todo aquel que se encontraba en un punto y coma. Y pude tolerar un mundo de demonios porque te conocí.