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El hecho de que acompañe a Christhoper durante su tratamiento, no significa que me haya descuidado de mis estudios. Al contrario, ahora he adquirido una nueva rutina académica a la que me estoy adaptando poco a poco porque resulta ser algo cansada. Sin embargo, no me queda de otra si lo que quiero es estar con él.

Los días de la semana que voy a la escuela, Sigrid me empaca el almuerzo en una lonchera. Al salir de clases, me dirijo al hospital y le pido a una de las trabajadoras de la cafetería que coloque mi comida en el microondas. Luego subo hasta la habitación de Christhoper, en donde almuerzo mientras él se entretiene en uno de los juegos que ha descargado en su móvil. Y, en otras ocasiones, se dedica a robar mi comida, como hoy.

—¡Hey, hey! —protesto a la vez que lo apunto con el tenedor.

—¡Solo esta papa frita, lo prometo!

Y no sé por qué le creo, sabiendo que no será así. Un par de minutos más tarde, vuelve a meter la mano en mi recipiente para robarme un pedazo de pollo frito y salir corriendo hacia el otro lado de la habitación. Se lo mete a la boca y, con una mirada cautelosa, espera mi reacción. Lo único que se me ocurre es abrazar lo poco que queda de mi almuerzo y echarle vistazos a Christhoper a la espera de un tercer intento de robo. Por suerte, se distrae en su móvil hasta que termino de comer.

El resto de la tarde, Christhoper se va al gimnasio que hay aquí en el hospital y yo me dedico a realizar mis tareas. Traer mi laptop es otro de los sacrificios que hago porque, aparte de echarme el peso en la espalda, no me agrada que los de seguridad me revisen la mochila a la entrada y salida. Es incómodo porque tengo que explicarles para que no piensen que estoy hurtando uno de los dispositivos del hospital. No obstante, hoy era necesario traer mi laptop porque Molly y yo estamos terminando una tarea que expondremos la siguiente semana.

—Creo que deberíamos ponerle una transición a esta diapositiva —sugiere ella desde el otro lado de la videollamada.

—Vale, vale... ya lo coloco.

Después de unos cuantos clics en el PowerPoint, nuestras diapositivas se encuentran listas.

—Genial, solo falta que me envíes la parte del tema que has investigado para asegurarme de que no falte ninguna información —dice ella mientras toma unos apuntes—. ¿Crees que la otra semana nos podamos reunir en la tarde para ensayar la exposición?

Hago un mohín, no estoy seguro de poder darme el tiempo si voy a venir aquí.

—¿Podría ser en la noche? Ya sabes, todas las tardes estoy acompañando a Christhoper. —Señalo detrás de mí para que vea la habitación.

—Ah, cierto, descuida, lo podemos hacer virtual si te parece.

—Perfecto.

A través de mi cámara, veo que la puerta de la habitación se abre y entra Christhoper silbando la melodía de una canción que no identifico. Tiene los auriculares puestos y no se molesta en echar un vistazo hacia donde estoy, por lo que, luego de tirar su toalla sobre la cama —aun sin percatarse de mi situación—, se quita el polo para dejar su torso sudado al desnudo.

Solo de los dos, Christhoper © [Completa ✔️] #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora