Siempre he pensado que la palabra «mejor amiga», no se le otorga a cualquiera. Soy muy desconfiado. No suelo depositar mi confianza en cualquier persona que conozca y me haga reír. Al contrario, si alguien quiere ganársela, debe realizar acciones que me hagan ver que realmente sí merece mi amistad. Además, creo mucho en la superstición de que la mirada dice más que mil palabras y los ojos son el espejo del alma, ya que reflejan nuestras emociones. Es por eso que, cuando conozco a alguien, lo primero que observo en esa persona es la mirada y juzgo a partir de mi intuición.
Lo mismo sucedió con Narel. Cuando papá enfermó, ella llegó a trabajar a mi casa y empezamos a convivir todos los días, pero nunca intercambiamos más palabras que «Buenos días», «Buenas tardes», «Gracias» y «Adiós», cosa que solo conservaba nuestro trato de manera profesional: ella como una trabajadora más y yo como el hijo menor de su jefe. Hasta que una tarde, le pedí que me recomendara una película de Netflix y sin querer, la terminamos viendo juntos. Horas después, seguíamos comentándola y sin darme cuenta, ya había roto el hielo con ella. No obstante, aún no había depositado mi confianza en Narel, aunque sus ojos, sus gestos y sus palabras, me transmitían un ángel que solo ella proyecta cuando habla.
Y no fue hasta que cierto día, Valerie, una chica popular de décimo grado con la que estaba saliendo, jugó conmigo. Lo peor de todo es que varios compañeros del salón me habían advertido que ella andaba con varios chicos al mismo tiempo, pero yo estaba enamorado hasta los huesos y me negaba a creer ciertos rumores. Y es que solo eran eso: rumores. Rumores que terminaron cuando, durante un partido del equipo de baloncesto de la escuela, ella se besó con Alex, el capitán. Y resultaba que ya tenían dos años de relación.
Fue Narel quien me vio llegar a casa, llorando a mares y con la autoestima regada por todo el suelo. De manera desinteresada, se ofreció a hacerme compañía y prometió no contárselo a nadie, cosa que aprecio demasiado porque la lealtad y fidelidad de una amistad vale mucho y más cuando se trata de guardar secretos entre ambos. Asimismo, ella empezó a enamorarse de mi hermano y recurría a mí para contarme las frustraciones que tenía con él. Eso de alguna u otra manera hizo que se concretara nuestra amistad.
La amo demasiado y no sé qué haría sin ella. Es mi mejor amiga, mi hermana, mi confidente y mi novia (o eso suelo decir en broma, hasta que ella se decida a estar con mi hermano. Mientras tanto, es solo mía y de ningún otro chico).
He venido a su casa tan pronto como he podido, pues teníamos una conversación pendiente. Narel es la única que sabe que también me gustan los chicos y es por eso que ahora estoy aquí, en busca de sus sabios consejos porque Christhoper me está robando la cabeza día, tarde y noche.
Le cuento todo lo sucedido con él en estas últimas semanas. Pude haberlo hecho antes, sin embargo, tenía que ocurrir algo como lo de hoy para concederme las pruebas necesarias que necesito para demostrar que no solo es mi percepción.
—Y entonces, ¿qué opinas al respecto? —le pregunto a Narel mientras la observo regresar al sofá con una lata de Coca-Cola para mí. La abro y le doy un largo sorbo para prepararme, porque esta conversación promete mucho.
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Solo de los dos, Christhoper © [Completa ✔️] #PGP2024
Ficção AdolescenteNicolás Arnez se encuentra muy seguro de algo: debe ocultarle a su familia que le gustan los chicos. Es amante de los canes y ha decidido disfrutar de sus últimos días de vacaciones ayudando en el refugio de animales de la ciudad, antes de iniciar e...