Rhaenyra caminaba con dolor por la habitación, junto a una sirvienta, ella sabía que era un poco pronto para que naciera el bebé.
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- Todo esta bien, princesa -dijo una de las sirvientas- hemos hecho esto cinco veces.
- Largo, largo -exclamó abrumada por el dolor- ¡Jaehaerys! -gritaba por su esposo.
El mencionado apareció unos momentos después de ser llamado, se veía alterado.
- Mi amor, estoy aquí -fue hacia la rubia- , lo siento, al parecer Naerys no esta aquí.
Camino junto a ella, a la vez que le hacia masajes en su costado y espalda, para relajarla. Pero eso no aliviaba el dolor y el tiempo no dejaba de pasar consumida en el tormento que estaba viviendo.
- Mierda -se quejaba la princesa.
- ¡Por los siete infiernos! -grito Jaehaerys- ¡¿Todavía no llego Naerys?!
- Lo siento mi príncipe, no se la vio por ningún lado -dijo una de las sirvientas.
- Avisen a todos que si la ven, que la traigan directamente aquí -ordeno el rubio.
- Si, mi señor -respondió la servidumbre.
Mientras llegaron, Rhaena y Baelor, ambos querían acercarse a su madre, pero sabían que no iban a ser de ayuda y solo la abrumaría mas. Rhaenyra al verlos se sobrepuso un poco, no queriendo que la vean sufriendo o perder la fortaleza que siempre demostraba.
- Me imagino que estas enterado de todo Baelor -dijo con un quejido la rubia mayor.
- Si, madre -dijo este.
-¿Qué quieres que hagamos? -le pregunto esta vez su hija.
- Nada aun -contesto como pudo.
- Yo me encargaré de esto -dijo Jaehaerys-, Baelor vigila a mi padre, enloqueció con todo el asunto de la usurpación. No dejes que haga nada que tu madre no ordene, es ella quien esta al mando.
- Si, padre -se retiraron ambos jóvenes.
- Baelor -llamo antes de que se vaya - , recuerda que eres mi heredero.
- Nyra -la observo su esposo con preocupación, miro a su hijo asentir y salir de la habitación.
Llevaba horas en trabajo de parto, el atardecer aparecía en el cielo y la criatura no salía todavía.
- ¡Maldita sea! ¡Sal ya! -gritaba con rabia Rhaenyra.
Jaehaerys sólo podía observar, no sabía cómo aliviar el dolor de su esposa, la cual parecía querer arrancarse el vientre.
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