amorío

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5 a 20 de ramzo, año 5778

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5 a 20 de ramzo, año 5778.

Reino de Oucraella - Ciudad de Palthognata, Angsa y camino a Pembakaran.

Las señales son diversas, algunas aparecen en la piel, otras en los sueños. Y unas pocas, en las habilidades innatas que no conocíamos.

No tenía idea de qué estaba esperando cuando Lish nos dijo que nos iba a llevar a conocer una pequeña ciudad de Oucraella, pero definitivamente no era lo que tenía frente a mis ojos.

Entre los árboles, mezclados con las ramas, habían pasarelas de distintos tamaños. Las casas y tiendas estaban en medio de los árboles, como la de nuestro sonriente guía, y las personas tenían una tendencia a ser... no diría que como las eduanas, pero se acercaban un poco. Iban con los hombros descubiertos y las prendas se sostenían de sus cuellos. Decir que iban adornados era quedarme corto. La mayoría tenía pantalones y capas de distintos largos.

Ah, pero lo más raro eran los pelos. Yo conocía los colores básicos: amarillo, marrón y negro. Creo que alguna vez vi a una de cabello rojo, pero no podía asegurarlo del todo. Aquí, sin embargo, estaba seguro de que tenían cabello rosa natural. Nada de tintas, nada de flores, porque incluso los ancianos podían llegar a tener esas coloraciones que uno pensaría anormales. Uno o dos podrían indicar que era una especie de moda, aquí eran absolutamente todos.

-Como verás, son un pueblo que les gusta vivir con altura -comentaba Lish mientras un ascensor pasaba a nuestro lado con unos cuantos hombres de patas largas y cabellos de un rosa claro-. Y la belleza de su gente es realmente algo que detenerse a contemplar, ¿no creen?

Ilunei estaba fascinada. Iba de un lado a otro, con sus ojos abiertos de par en par, como si no pudiera terminar de verlo todo. Yo estaba atento a no caerme por el borde sin querer, todavía atento a si volvía a toparme con aquellos ojos negros de antes, no sabía si era bueno o malo que no los viera; ayudaba un poco a mi cabeza que hubiera un cordón que sostenía las tablas, pero no era en todos los puentes.

-Este es un templo a Alo y Foal. Uno de los más bonitos, aunque no el más grande del reino.

Era impresionante. Todos los puentes terminaban desembocando en un árbol donde había una mujer que extendía sus alas y enseñaba un pico abierto en un grito, debajo de ella, un torbellino de hojas, formando lo que supuse que sería un hombre, cubría sus pies. Lish nos narraba sobre el mito de estos dos, diciendo que eran los Hijos de Cirensta que solían controlar las tormentas, así como asegurarse de que el aire se mantuviera más puro en su territorio que en los otros reinos. Cosa que me permití dudar, pero no iba a cuestionar religiones cuando cualquier local podía tirarme por el borde con un simple empujón.

La planta carnívora gigante era aterradora, sin dudas, y las alturas que prometían una linda quebradura de cuello no se quedaban atrás. Nada que ver con los árboles que había aprendido a escalar en Jagne, esos monstruos directamente parecían capaces de devorarme a mí si se me cruzaba la idea de poner una hoja de metal en su preciada corteza.

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