Capítulo 10

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Quería llegar junto a Bill lo antes posible, pero no tenía ni idea de donde estaba el club y no le quedó más remedio que pasarse por el bar de Gustav. Le contó entre jadeos lo que había pasado y por mucho que insistió en ir solo al final Gustav dejo todo en manos de uno de sus camareros y le acompañó.

Subieron a su coche y quince minutos después se encontraron ante las puertas de The Hell.

—Da escalofríos mirarlo—comentó Gustav estremeciéndose.

—Espera tú aquí—ordenó Tom muy serio—Si en media hora no salgo con Bill vete.

—Tom tú solo no...—empezó a decir Gustav.

—Ni con un ejército lograría sacar de ahí a Bill, lo sé—cortó Tom suspirando—Pero no puedo quedarme de brazos cruzados. Hablaré con quien sea para llegar a un trato.

Gustav miró a su amigo al tiempo que negaba con la cabeza, sabiendo a qué se refería. Se cambiaria por Bill...

—Es la única salida—susurró Tom—Espera hasta que salga Bill, y luego...cuida de él. Llévale de vuelta al Tokio's y ve a visitar a mi madre. Invéntate lo que sea pero no le digas qué me ha pasado. Dile que he encontrado un trabajo en otra ciudad y le iré mandando dinero cuando pueda.

Gustav asintió resignado, no había otra manera de salvar a Bill. Se encargaría de llevarle sano y salvo al Tokio's donde cuidarían bien de él y luego haría lo que Tom le había pedido.

Como no podía guardar en casa el dinero que ganaba por Andreas él mismo se lo guardaba e iría pasando a su madre una pequeña cantidad cada mes. Y cuando se terminara...seguiría haciéndolo de su propio dinero.

—Ten mucha suerte, tío—se despidió Gustav tragando con esfuerzo.

Tom asintió y tras echar una última mirada a su amigo salió del coche. Echó a correr rodeando el gran edificio que había ante sus ojos. Se metió por un callejón y se paró ante la única puerta que había.

Puso la mano sobre el manillar, sorprendiéndose de que estuviera abierta. Sabía que era una trampa, pero no había otra manera de entrar. Cogió aire con fuerza y abrió la puerta.

Fue a parar a una gran cocina donde no había nadie. Estaba a oscuras, la única luz que le llegaba era la de una chimenea medio apagada. Dio unos pasos y entró del todo, pero antes de que pudiera pensar en su siguiente movimiento escuchó un ruido a su espalda.

Se volvió con toda la rapidez que pudo, pero un fuerte golpe en su sien derecha le hizo caer al suelo de rodillas y perder el conocimiento...







No supo cuánto tiempo había permanecido inconsciente. Sentía un fuerte dolor bajarle por el cuello y seguir por su brazo derecho. También sentía una mano acariciarle con suavidad la mejilla, y una gota salada caer en sus resecos labios.

— ¿Bill...?—susurró con voz ronca.

—Si...soy yo...—contestó Bill entre lágrimas.

Abrió los ojos poco a poco, gimiendo de dolor al moverse. Se encontraba tumbado en el suelo con la cabeza sobre el regazo de Bill, quien se inclinó sobre él y le besó en los labios con torpeza.

—Lo siento—susurró Bill contra sus labios.

—No tienes la culpa de nada—dijo Tom con firmeza.

Sin miedo a nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora