Capítulo 12

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Pasó el resto del día sin moverse de la cama, tapado hasta la cabeza sin atreverse a abrir los ojos. Los efectos de la droga que le habían dado no se pasaban, o eso creía. Tal vez tras tanto tiempo durmiendo sobre el suelo duro y en esos momentos descansando sobre una cama tan blanda le hacía caer en erráticos sueños.

En uno de ellos soñó con su madre. No la recordaba, se fue cuando él era un niño y el único cariño con el que contó fue con el de su padre, que trabajó todo lo que pudo para que no le faltase de nada.

Pero tras su muerte las deudas eran elevadas y fueron pagadas con las pocas pertenencias que le quedaron antes de que fuera encerrado en un orfanato.

Se despertó llorando, no por su madre sino por su padre. Si estuviera vivo en esos momentos él no se encontraría donde estaba.

Suspiró y se dio la vuelta en la cama. Pero se quedó muy quieto, había escuchado como giraban una llave. Al poco tiempo sintió que la puerta se abría y contuvo el aliento hasta que la manta con la que se había cubierto la cabeza fue retirada con brusquedad.

—Vamos, no tenemos mucho tiempo—gruñó Tobías— ¿Aún no te has vestido?

Tiró de su brazo sin esperar respuesta alguna, y con la misma brusquedad le arrebató el albornoz que aún llevaba y le dejó desnudo a los pies de la cama.

—Tienes media hora para vestirte—dijo Tobías señalándole un armario—Allí encontrarás de todo... ¡muévete!

Bill se movió sin pensárselo, corrió al armario que le había indicado y lo abrió. Había mucha ropa colgada en el y escogió lo primero que vio. Unos vaqueros negros y una camiseta de algodón blanca.

—No, esa no—dijo Tobías a su espalda.

Pasó por su lado y le escogió una blusa negra de rejilla que apenas cubría nada.

—Con esta estarás mejor—murmuró Tobías asintiendo con la cabeza.

Bill la cogió y se la puso antes de que le dijera nada más. Pero los pantalones no, miraba a su alrededor en busca de...

—Ni pienses en llevar ropa interior—dijo Tobías, como si le hubiera leído la mente—Solo sería un estorbo.

Obedeció de nuevo y se puso los pantalones. Y una vez vestido Tobías le llevó al baño donde le hizo sentarse en un taburete.

—Los primeros días me encargaré yo de peinarte, pero aprende rápido porque no pienso malgastar contigo mi tiempo—empezó a decir cogiendo una plancha del pelo—Alisándolo bien lo tendrás más largo. Te confundirán con una chica y eso les gusta a muchos de los clientes.

Bill se dejó hacer, tenía un espejo enfrente de él y fue observando como Tobías le peinaba. Tuvo que admitir que estaba realmente guapo, con el pelo liso y brillante, más largo que nunca.

—Perfecto—dijo Tobías asintiendo.

Le rodeó para verlo mejor, cogiendo un mechón de pelo para retirárselo de la cara. Una idea se le vino a la mente y abriendo un cajón sacó de el un neceser.

—Te maquillaré—dijo cogiendo una brocha.

— ¿Maquillarme?—repitió Bill sin entender—No...no soy una chica.

—Lo parecerás, tranquilo—rió Tobías—Y como ya te he dicho, gracias a eso todos querrán estar contigo.

Tragó con esfuerzo al escuchar sus palabras, lo último que necesitaba era sentirse atractivo para que otros hombres se fijaran en él.

Se quedó quieto dejando que Tobías aplicara una sombra negra a sus ojos, rimel en sus pestañas y color a sus labios.

—Perfecto—repitió Tobías una vez terminado—Ahora sal y cómete el sándwich que te he dejado sobre la mesilla.

Sin miedo a nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora