Capítulo 5

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Cuando se despertó no se extrañó hacerlo solo, aunque deseaba que no fuera así. Se estiró en su solitaria cama, rodando por ella con los ojos cerrados y una amplia sonrisa en los labios. Se quedó tumbado de espaldas. Abrió los ojos y fijó la mirada en el techo. Los rayos de sol que se colaban por la cortina medio echada dibujaban siluetas que le hacían sonreír aún más.

Suspiró y pensó que ya era hora de que se levantara. No entraba en el club hasta la hora de comer, pero había mucho que hacer. Tenía que bajar a comprar algo más fuerte que café, por si le volvía a ver.

No pudo evitar soltar una carcajada. El trabajo de Tom era acostarse con sus clientes, no iniciar una relación con ellos, y él no la quería en esos momentos. Pero, si eso era así, ¿por qué no dejaba de pensar en lo bonito que sería tener a alguien a su lado como él?

Resopló y se destapó echando la ropa de la cama a los pies con una patada. Se sentó  y se estiró antes de levantarse. El bostezo murió en sus labios al ver sobre la mesilla el fajo de dinero que le había colado en una de las playeras la noche anterior. Era el precio convenido, pero parecía que le había ofendido.

Lo cogió y contó, arrugando la frente al ver que solo faltaban un par de billetes. Se encogió de hombros y lo dejó donde estaba. Se levantó y entró en el baño, se iba a duchar de nuevo. Cuando lo hizo de madrugada, fue más bien siguiendo un ritual.

Siempre lavaba su cuerpo tras hacer ser usado, aunque esa vez fue diferente. Tuvo que esperar a que cayera dormido para poder zafarse de su abrazo que tanto le reconfortó y entró en el baño con sigilo para lavarse. No lo necesitaba tanto como entonces, pero era ya una costumbre en él.

Se desnudó y se metió bajo el agua que ya caía a una temperatura adecuada, gimiendo con los ojos cerrados al sentir como le resbalaba por la espalda.

Se lavó el pelo de nuevo y salió de la ducha para secarse y vestirse con un cómodo chándal. Salió de la habitación y se hizo un café mientras limpiaba las tazas de la noche anterior que aún estaban sin fregar en la pila.

Terminó y se puso a hacer la cama, cambiando las sábanas que metió en la lavadora y puso en marcha. Entró en el baño y se secó el pelo alisándolo hasta dejarlo perfecto, cayendo con soltura sobre su espalda.

Como solo iba a salir a la tienda de al lado, no se maquilló nada. Se puso unas grandes gafas oscuras y cogió algo del dinero que su amigo dejó sobre la mesilla. Cogió también el móvil y las llaves y salió tarareando por la puerta.

Caminó por el barrio. A esas horas del día presentaba otro aspecto. Entró en el supermercado y cargó el carrito con más de lo que necesitaba, pensando que si tal vez le volviera a ver, sería una cena a lo que le invitaría y no a otro café.

Hizo cola en la caja, pagó todo en efectivo y regresó al apartamento cargado de bolsas pero sin perder la sonrisa en ningún momento. Algo en su interior le decía que le iba a volver a ver, y no iba a pasar mucho tiempo.

Colocó la compra que dejó sobre la mesa de la cocina, metiendo en la nevera un par de cervezas que compró en especial para Tom y se fue a vestirse para ir a trabajar. Tampoco se maquilló entonces, siempre lo hacía en su camerino y minutos antes de salir a actuar.

Metió en su bolsa de mano su neceser y algo más de ropa, aún no había decidido que ponerse para la actuación de esa noche. Se la colgó al hombro y salió del apartamento. Caminó por las calles rumbo al club, recordando de la buena compañía que tuvo la noche anterior.

Estaba a punto de llegar cuando escuchó que le llamaban. Se giró de inmediato y una sonrisa le iluminó la cara al verle ante sus ojos. Le esperó a que cruzara la calle mientras se pasaba una mano por el pelo para ahuecarlo con un coqueto gesto.

Sin miedo a nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora