JASON SMITH [Nada Es Lo Que Parece]

01

Oscuridad. Es lo único que hay a mi alrededor. ¿En dónde estoy? ¿Y por qué estoy aquí? Hablo, pero no me escucho, trato de moverme pero no puedo, es como si mi cuerpo estuviera congelado. Hice de parpadear y una persona apareció en frente de mí, sonreí al ver de quien se trataba.

—¡Jason! —dije en un tono de felicidad. Esta vez sí pude escucharme.

—Despierta.

—¿Qué?

—Despierta —y sonrió de esa forma que recuerdo. Esa escalofriante sonrisa.

Abrí los ojos y solo veo el techo. Fue un sueño. Me senté en la cama y por alguna razón sentí un pequeño dolor en la cicatriz que tengo a un costado. Es extraño, no me había dolido más desde que cicatrizó, y eso fue hace 12 años.

Al levantarme de la cama fui al espejo y miré la cicatriz, está normal. Se ve igual que siempre... Una cicatriz en forma de una equis, es extraño, ¿no? Lo raro, es que no recuerdo cómo me la hice, es todo un misterio.

Fui al baño a hacer todas mis necesidades, incluyendo bañarme. Al salir del baño, me dirigí hacia el armario, lo abrí y miré toda mi ropa, decidí ponerme un pantalón elegante negro, un crop top blanco, un blazzer negro y zapatillas blancas. Me puse algo no tan formal, ya que mi padre todavía no quiere dejarme su puesto, él es el jefe, así que tengo que respetar sus decisiones. Terminé de maquillarme y dejé mi cabello suelto, salí de mi habitación, bajé las escaleras, salí de casa y Jorge ya se encontraba en la entrada esperándome.

—Buenos días señorita.

—Buenos días —dije con una sonrisa. Entré al auto, arrancó el motor y nos fuimos.

Al llegar a la empresa White, Jorge se estacionó en los estacionamientos privados, bajé del auto y le di las gracias. Caminé hacia la puerta, la empujé y me acerqué a tocar el botón del ascensor para que bajara. Las puertas se abrieron y entré, apreté el botón 40, el ascensor empezó a subir y a subir hasta que por fin las puertas volvieron a abrirse, salí y caminé hasta la oficina de mis padres. La secretaria me miró y sonreí falsamente, me cae mal.

Al momento de abrir la puerta y entrar sentí el abrazo de mis padres y sus besos por toda mi cara.

—Les he dicho que ya no soy una niña pequeña —reproché y sonreí un poco.

—Lo sabemos, pero siempre serás nuestra pequeñita —comentó mamá con una gran sonrisa.

Volvieron a sentarse y yo me senté en frente de ellos.

—Pronto cumplirás 23 años, y tendrás una gran fiesta —reveló mamá y la miré seriamente.

—Mamá, no quiero una gran fiesta, me conformo con que estén ustedes y Rachel.

—Piénsalo hija, ¿sí? —dijo mamá y asentí con la cabeza.

—Nora, necesito tu ayuda en algo —me levanté de la silla y me puse a lado de él—. ¿Te acuerdas de Guillermo?

—Sí, es uno de los socios nuevos —comenté.

—Algo está mal, este proyecto es nuevo y no tenía los votos necesarios para mostrarlo en la junta, pero ahora los votos han aumentado de un día para otro, esto no puede ser.

—Crees qué... ¿Compró los votos? —pregunté.

—Es posible -comentó seriamente—. ¿Quieres ayudarme a descubrirlo?

—Claro que sí —dije con emoción.

Luego de unas horas, definitivamente se habían comprado los votos y todo a manos de Guillermo. En sí, es imposible que un proyecto tenga votos tan rápido, y menos de un día para otro. Se necesitan semanas para que se revise correctamente para así presentarlo en la junta y tomar una decisión. Papá llamó a Guillermo y en una hora tendrán una buena charla.