32

6 1 1
                                    

Abrí los ojos y me encontré de nuevo con el techo blanco del hospital. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. ¿Estaba de vuelta en este lugar? Los recuerdos llegaron como un golpe repentino. Me desmayé después de... No puede ser cierto, ¿verdad? Las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas mientras la puerta se abría y unos pasos se acercaban.

—¿Por qué lloras?

—Mamá... —me enderecé para verla—. Lo siento tanto... No puedo creer que Jason haya muerto.

Las lágrimas aumentaron.

—Nora, cálmate... No es bueno que te pongas así.

—Ay mamá... ¿Cómo puedo aceptarlo? Una vida sin Jason... ¿Cómo podré?

—Nora, ¿de qué estás hablando? —me miró confundida—. Jason no está muerto, ¿por qué piensas eso?

—¿Qué? Pero si tú me dijiste que... —entonces noté el vendaje en mi estómago y el dolor que emanaba de él—. ¿Fue un sueño?

—No entiendo de qué hablas, ¿pero crees que puedas venir conmigo?

—¿A dónde?

—A ver a Jason —sus palabras me llenaron de esperanza. Quería verlo, tocarlo, sentir su calor, ver sus ojos azules una vez más.

Cada paso me dolía, pero ignoré el dolor. Quería verlo, sin importar nada más. Mamá abrió la puerta y salimos. Las enfermeras nos saludaban y otras personas nos sonreían.

—¿En qué piso estamos? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

—En el diez —respondió.

—Lo sabía —reí un poco—. No era necesario que pidieran una habitación privada.

—Lo sabemos, pero queríamos lo mejor para ti. La mejor habitación y los mejores doctores.

—No tienen que gastar dinero en esas cosas. Estaría bien en cualquier habitación y con cualquier doctor. Los mismos doctores que me atienden, también atienden en los demás pisos. Es lo mismo, solo que aquí es más moderno.

—Nora, siempre trataremos de darte lo mejor, así que es mejor que agradezcas todo lo que hacemos por ti —dijo seriamente.

—Ay mamá, no te lo tomes así...

—Sé lo que intentas decir, además cuando tengas hijos lo entenderás.

—Bien, bien. ¿Cuánto falta para llegar?

—Falta poco, querida.

Mamá no había sonreído desde que desperté, y eso me preocupaba.

—¿Dónde está papá?

Hicimos una pausa y ella solo se quedó mirando la puerta que había a un lado.

—Hemos llegado —dijo.

Comencé a sentirme nerviosa, mi corazón latía rápido y no podía dejar de sentirme feliz. Él estaba al otro lado de esa puerta. Coloqué mi mano en la perilla y la giré suavemente, abriendo la puerta y encontrándome con personas conocidas dentro. Una de ellas era papá. Corrí hacia él, ignorando el dolor en mi estómago, y lo abracé.

—Qué bueno que despertaste, hija —dijo, pero sus ojos estaban llenos de lágrimas—. Pensé que tampoco lo harías...

«¿Tampoco?».

—¿A qué te refieres con "tampoco"? —pregunté confundida.

—Nora —la voz de la señora Rebecca me hizo voltear—. ¿Cómo te sientes?

JASON SMITH [Nada Es Lo Que Parece]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora