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Arrugué la nariz, sintiendo un aroma extraño que me hacía fruncir el ceño. ¿Humo? Abrí los ojos de golpe y me lancé hacia la puerta, que se abrió de par en par revelando el denso humo que llenaba el pasillo. La casa ardía, el fuego devoraba cada rincón. Seguro que los vecinos ya habían llamado a los bomberos. Sin perder un segundo, corrí hacia la habitación de mis padres y giré la perilla con brusquedad. Vacía. Deben de estar en la empresa. Pero este incendio... Esto no fue un accidente.

Mi mente dio un giro. Anoche todo estaba bien, mi padre siempre inspecciona antes de dormir. No puede ser un accidente. Alguien provocó esto. Lo sé. Volví a mi habitación y agarré mi teléfono, lo primero que se me vino a la mente fue llamar a Jason y eso hice, mientras trataba de najar las escaleras y llegar a la sala de estar.

—¡Nora! ¡¿Estás bien?! ¡He oído lo de tu casa en las noticias! Estoy llegando, ¡aguanta! ¡Háblame! —la voz de Jason sonaba distante, pero reconfortante.

—Gracias... Estoy aquí... esperando... —respondí, forzando una sonrisa mientras mi vista se desviaba hacia un papel que asomaba en la mesa de centro frente a mí.

Me arrastré hasta él y lo agarré, leyendo las palabras con rapidez antes de guardarlo en mi bolsillo.

—Jason... Fue ella... C.S... Ella lo hizo... —susurré, sintiendo cómo la debilidad me invadía.

La respiración se volvía cada vez más difícil, el miedo crecía en mi interior. Pero confiaba en Jason. Sabía que vendría por mí. Escuché sus llamadas a través del teléfono antes de que todo se volviera negro y me sumiera en la inconsciencia.

(...) 

Al abrir los ojos, inhalé profundamente por la boca y me encontré en una habitación de hospital. Mamá levantó las manos al cielo con alivio al verme consciente.

—¡Nora! ¡Gracias a Dios! —exclamó con emoción, mientras papá me miraba con preocupación.

Les di un gesto con el pulgar para tranquilizarlos, y ambos sonrieron antes de salir corriendo en busca del médico. Sentía que me faltaba el aire, así que me quité el respirador y respiré hondo. La puerta se abrió y entró Jason, tomando mi mano con firmeza.

«Su mano es tan cálida», pensé.

—¿Cómo estás? ¿Puedes respirar bien? —preguntó, con una ternura que raramente mostraba.

Asentí con la cabeza, devolviéndole la sonrisa. Su preocupación era reconfortante. Me gustaba ver esta faceta de Jason, una más humana, sin misterios ni sonrisas inquietantes. Solo un chico preocupado y aliviado.

—El papel... —comencé, y él tomó asiento a mi lado.

—Lo leí. Esta mujer está probando mi paciencia. Por un momento pensé que te había perdido para siempre. Aunque debo admitir que su elección de tinta fue creativa, usando sangre nuevamente —comentó, y fruncí el ceño—. Lo siento.

Esto es solo el principio, Nora White. Las palabras del papel resonaron en mi mente mientras suspiraba. No entendía por qué alguien querría verme muerta. No teníamos pistas, ni nombres. Pero había algo extraño en todo esto, como si esa persona estuviera más cerca de lo que pensaba.

—Hola —escuché una voz y me volví para ver a la Sra. Rebecca y al Sr. Carlos—. ¿Cómo estás, Nora?

—Muy bien, Sr. Carlos —respondí.

—Tienes mucha suerte —dijo con una sonrisa que me pareció algo inquietante—. Debe haber sido horrible, atrapada en medio del humo, sin poder respirar.

—Carlos, no asustes a la niña —intervino Rebecca, dándole un codazo suave.

«Creo que ya sé de donde Jason sacó esa sonrisa, aunque la de Jason es más terrorífica», pensé.

JASON SMITH [Nada Es Lo Que Parece]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora