15. Distancias🌹

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"En las sombras de las mentiras, la verdad emerge con un sabor amargo, desatando la furia de un corazón traicionado."

Taehyung. 

La luz del sol era agradable y demasiado alegre mientras fluía a través de las persianas de la habitación, sacándome de mi sueño. Sin embargo, me sentía como un bebé completamente relajado y descansado, como nunca jamás lo había hecho en la vida, negándome a abrir los ojos. Así que, queriendo permanecer por un rato más en la comodidad que me brindaba estaba cama, intenté cambiar de posición, cuando sentí que un peso me inmovilizaba las caderas y algo presionaba contra mi cuello.

Mierda.

Abrí los ojos de golpe, aliviándome al instante cuando una mata de cabello negro, me cosquilleo la nariz. Era Hoseok. El menor tenía la nariz enterrada contra mi cuello y su pierna rodeaba mi cadera como un koala, llenándome con una presencia cálida. Inevitablemente, una sonrisa curvo mis labios y todos los recuerdos de la noche anterior, llegaron a mi mente. Las pesadillas. Yo recurriendo a Hoseok como un bebé. El, invitándome a pasar a su habitación. Sus palabras. Hoseok, abrazándome mientras me quedaba dormido. Y Dios. Me dormí y fue la primera vez en meses que, caía en un sueño profundo sin moverme y sin las amenazas de una pesadilla. Y todo, gracias al hermoso y bonito, Hoseok.

Sin duda alguna, este chico había llegado a mi vida a revolucionar todo mi mundo y hacerme cuestionar mi visión del amor. A acabar con mi sed de venganza y hacerme soñar con un después. Con un futuro a su lado. Y no iba a engáñame o a mentirme a mismo, diciendo que la idea no me asustaba. Porque, claro que lo hacía. Estaba asustado hasta la medula con todos estos sentimientos y emociones que, se agalopaban completamente nuevos en mi corazón. Me asustaba el hecho de querer tener un futuro y de querer ser una mejor persona por este chico entre mis brazos. Pero, ¿Quién podía culparme?... Por todos los dioses, habidos y por haber. Era Hoseok. El chico más increíble y precioso más allá de toda medida. Y ahora, era solo mío. Mío para amar y proteger con vida si fuese necesario.

Saliendo de mis pensamientos posesivos hacia el menor, busque con la mirada en la habitación, algún reloj que me sirviese para ubicarme. Me fije en el pequeño aparato en la mesita de al lado y un pequeño gruñido salió de mis labios, cuando me percate de la hora. Dios. Realmente había dormido como un bebé. Y, aunque me hubiese gustado quedarme junto al menor por más tiempo, debía hacer algunas llamadas. Así que, suspire ligeramente y me desenrede suavemente de las extremidades adormecidas de Hoseok. Entonces, dándole un último vistazo, sonreí como un tonto y me dirigí a la puerta. Tome el picaporte, pero, antes de que pudiese siquiera abrir la puerta, la suave voz del menor sonó por la habitación, haciéndome detener.

— ¿Tae, que haces? — Pregunto, incorporándose en la cama para poder verme.

Lo mire fijamente. Hobi se veía malditamente adorable, con su cabello negro revuelto y sus ojos prácticamente cerrados, mientras hacia todo lo posible para mantenerse incorporando. Caminé de vuelta a él y cuando estuve en la cama, me cerní sobre su rostro, presionando un beso en su frente.

— Debo hacer un par de llamadas. —Explique, aunque dudaba que él estuviese prestándome atención. —Tu sigue durmiendo si quieres. Nos vemos abajo, bonito. ¿De acuerdo?

El me regalo esa sonrisa que hacía que mi corazón se derritiese y asintió, dejando escapar un pequeño bostezo, para luego, dejarse caer hacia atrás. Sonreí y dejando otro beso en su frente, me retiré de la habitación.

Una vez estuve en mi habitación, tomé ropa limpia y me dirigí directamente al baño. La sonrisa tonta que había tenido pegada en la cara desde que había despertado, parecía no querer abandonar mi rostro durante un buen tiempo. Me dolían las mejillas, pero, poco podía importarme. A decir verdad, Hoseok podría tenerme ahora mismo, besando el suelo por donde caminaba y poco podía importarme. Me sentía como un estúpido adolescente, flotando en una nube ante su primer amor. Dios. Y es que, los pensamientos hacia el menor nunca se detenían y siempre, esa sensación anhelante de querer verlo y tenerlo a mi alrededor, se expandía dentro de mi pecho, haciéndose cada vez más intensificante. Por lo que, detuve el flujo de mis pensamientos y entre al pequeño cuarto de baño.

TRES VECES HOSEOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora