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Taeyong ya se había acostumbrado a mantener su lado racional y animal tranquilo en toda la semana y media donde había estado siendo observado a donde quiera que vaya. Lamentablemente para él, hoy su omega había decidido no cooperar, y rasguñaba, quejándose nervioso en su interior.

Era un jueves por la tarde, ninguno de los dos tenía cosas pendientes así que decidió salir con Shotaro a comer. Todo iba perfecto, pero sintió que alguien los observaba desde unas mesas atrás. Un escalofrío le recorrió la espalda porque ahora lo sentía cerca, muy cerca de él y su pequeño. Cuando intentó ver algo sospechoso, no encontró absolutamente nada más que algunos adolescentes y otros hombres de negocio demasiado interesados en lo suyo como para parecer unos acosadores, lo único que logró hacer fue reforzar el agarre en la mano de su hijo cada tanto, mientras esperaba que el mencionado terminase de comer su pastel de chocolate.

En oportunidades anteriores había sido fácil controlar a su omega, pero ésta vez se le hacía algo imposible, y sabía perfectamente que era porque el animal sentía una amenaza cerca, por lo que su parte racional se puso más alerta. Ambos lados de Taeyong coincidían en lo mismo.

Si algo le pasaba a su cachorro, por más mínimo que fuera, se encargaría de asesinar a quien sea que se atreviera a tocarlo. De solo pensar en esa situación, la rabia se adueñaba del cuerpo de Taeyong, le daban ganas de...

― ¿En serio no pasa nada, papi? ― la dulce voz de su hijo lo hizo volver a la realidad, el pequeño castaño lo miraba un poco asustado.

― No, bebé. ― sonrió el omega, tratando de darle seguridad a su hijo. ― Sólo que, estaba pensando en ir a la casa de los tíos Ten y Johnny para pasar el rato, ¿Qué te parece la idea? ― Shotaro lo miró emocionado.

― ¡Sí! Quiero jugar con Renjun.

― Vamos a comprar un pastel para compartir allá. ― el castaño asintió frenéticamente con una sonrisa. Taeyong se levantó de su silla, esperando que su hijo hiciera lo mismo por sí mismo, pero entonces él le estiró sus pequeñas manos para que lo cargara en brazos, cosa que hizo con mucho gusto pero al mismo tiempo le preocupó en demasía al omega. Como todo niño de su edad, Shotaro fingía independencia, por lo que muy pocas veces se dejaba cargar por Taeyong y decía que ya era un niño grande.

El omega supuso que él sentía algo de miedo, o tal vez simplemente algo extraño estaba pasando. Lo confirmó cuando Shotaro recostó su cabeza en su hombro, cerca de su cuello, buscando su olor. El pequeño solo hacía eso cuando necesitaba protección y confort.

En esa posición caminaron a la caja regristradora para pagar el pastel que compartirían en la casa de Ten. Una vez con la bolsa en la mano, ambos salieron del establecimiento. A Taeyong no se le iba la sensación de ser observado, tenía planeado tomar un taxi para su tranquilidad, pero convenientemente, ninguno parecía pasar, además de que la casa de Ten, Johnny y el pequeño Renjun quedaba a solo dos cuadras.

Empezó a caminar a una velocidad normal y sonrió cuando el agarre en su cuello se reforzó. Dio un besito en el cabello castaño claro de su hijo y trató de entablar una animada conversación con él para distraerlo. Taeyong soltaba risas cada tanto por las cosquillas que en su cuello, causadas por la respiración de Shotaro y los movimientos de su nariz. Su príncipe estaba más tranquilo, pero algo raro pasó cuando estaban a punto de llegar a la casa de los Suh. Un hombre pasó por su lado, por el olor pudo reconocer que era un alfa, este estaba encapuchado pero mantenía un porte fuerte. Probablemente la situación solo duró una fracción de segundo, pero Shotaro se tensó y acurrucó más su carita en el cuello de Taeyong, quien no pudo pasar desapercibido aquello.

― ¿Pasó algo, bebé? ― habló con la voz más dulce que pudo, Shotaro se relajó un poco entre sus brazos.

― El olor me asustó... me dio miedo.

Mafia 𖦹 𝙅𝘼𝙀𝙔𝙊𝙉𝙂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora