"15"

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         Theodore Schmidt tomó el último suspiro en los brazos de su hija pasadas la medianoche.

No fue un imprevisto, apenas Ulrich escuchó la noticia, tomó la decisión de regresar a casa, a la seguridad de su recámara. Tenía que escoger que traje usar en el funeral.

El funeral tuvo fecha tres días después, los arreglos estaban pactados con antelación. El ciclo se cumplía. Tus padres preparan la cuna para recibirte, tú escoges en que parcela de tierra sepultarlos. Era para perder la cabeza pensando y meditando. Estar vivo es un incesante descubrimiento para la ciencia, la muerte es el misterio jamás revelado.

La brisa dispersaba el humo del cigarrillo y revoleaba mi vestido negro. Es lo que ha hecho sin parar desde que salimos de la residencia de Helga y Ferdinand. Escucho su voz para lo necesario, la comida está servida, vamos a dormir, te ves preciosa esta mañana, esta tarde, todas noches. Atravesaba su duelo en silencio y carácter estoico.

Me preocupaba que nunca le vi derramar lágrima, ni siquiera la mirada cristalizada. Puede que sea normal, no tenía la certeza, era tan confuso para mí, cuando yo lloraba por todo, tomaba cualquier excusa para vaciarme, incluso por Theodore, porque no pude compartir más que una presentación con él. Sentía que se ahogaba y no podía tenderle la mano.

—Puedes llorar libremente—dije, engarzando la mano en su brazo—. Será nuestro secreto.

Se le ocurrió extender una sonrisa.

—Theodore acabaría aquí antes de que el año terminara, era verlo y saberlo—pronunció la primera oración en días.

—Lo querías mucho, puedo sentir tu tristeza—subí la mano a su antebrazo, apreté los dedos—. Tenías la seguridad de que se iría y no lo volverías a ver nunca más, sé que dicen mucho sobre que nosotros los humanos somos seres con el raciocinio evolucionado, lo leí en los libros que me diste, pero no lo suficiente para prevenir sentimientos. Eres tan humano como el resto, Ulrich, es bueno saberlo.

Negó con la cabeza, dejando escapar una risita opaca, sombría. Encajaba en el ambiente de despedida y resignación que empapelan las honras fúnebres.

Tomó la punta de la cinta negra sujetando mi cabello, jaló de ella hasta soltarla al viento. Entendí. El negro no era mi color.

—No es tristeza, es frustración. No tengo manera de regresarle la vida. Nada más puedo hacer por él que erigirle un sepulcro que jamás conocerá—se infló el pecho tras una calada y apuntó a la salida del cementerio con un gesto de la cabeza—. Larguémonos de aquí.

✦✧

Mayo terminó, la cercanía del verano bañó de un suave calor las tardes. Eso solo nos decía que la graduación de las chicas se aproximaba vertiginosamente.

Yelda nos arrastró hacia el mall para conseguir vestidos para la celebración. La urgencia por encontrar los mejores de la temporada no existía, las estudiantes del internado se hacían con las prendas más feas y opacas, las que cumplían los requisitos de modestia y decoro que el internado exigía. Era la primera vez que recorríamos las tiendas desde que salí del colegio.

Prometí no comprar una prenda más hasta que tuviese mi propia residencia, no había espacio para una blusa en el armario, pero era una chica más en compañía de sus amigas y una tarjeta sin límites en la cartera.

Mientras Hilde se probaba un vestido y Yelda se decidía por uno en la treintena que tenía acaparada, Uma me jaló del brazo para sacarme de la tienda para buscar de algo de beber con que refrescarse.

En el camino me contó lo extasiada que estaba de salir de ese lugar, también que se iría de viaje a Japón y volvería para la celebración de la boda de su hermano. La segunda en tres años, valía acotar. Uma decía que le apasionaba recolectar novias.

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⏰ Última actualización: Dec 09, 2023 ⏰

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