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Katsuki había tenido que mandarle a Kyoka que le pusiera una anestesia a Shōto

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Katsuki había tenido que mandarle a Kyoka que le pusiera una anestesia a Shōto. Debido a que este no dejaba de patearlo o intentar escapar. Así que, ahora se encontraba más que dormido. De hecho, parecía un bebé durmiendo en el camarote del cenizo.

Toda la tripulación se sentó muy cansada en la mesa de la cocina. Algunos por tanto cargar cosas pesadas y otros como Katsuki por haber lidiado con el bicolor de camino al barco.

—Capitán, ¿para qué trajiste a ese chico aquí? —Eijirō fue el primero en preguntar, con un tono de cansancio que todos notaron y comprendieron.

Katsuki puso los pies sobre la mesa, balanceandose en la silla en la que estaba sentado sin preocupación.

—Creo que podría servirnos mucho, no lo sé. No he escuchado sobre su tripulación o el pero estoy seguro de que es fuerte —responde sin tomarle mucha importancia, cerrando los ojos con tranquilidad.

—Sí, eso se notaba por todas las patadas y golpes que te dió —comentó con burla Mina, levantando una ceja evidentemente divertida.

Los otros no pudieron evitar reír ante dicho comentario, todos menos Katsuki quien gruño al escuchar como habían comenzado a burlarse desde temprano. A veces le daban ganas de dejarlos parados en una isla y luego irse dejándolos solos ahí.

Pero lastimosamente no podía porque si lo hacía su madre le daría un sermón al ser tan irresponsable. Y definitivamente lo último que quiere es eso.

—Ajá, muy graciosos.

—Bueno, dejando eso de lado, se nota que ellos tenían una buena mercancía —habló Hanta recordando todos los cofres de oro que encontraron en la bodega, además de algunas joyas hermosas que Mina se encargó de robar.

—Tienes razón —le siguió Eijirō—. Me pregunto de dónde habrán sacado tanto dinero y joyas valiosas..

Mina, que se hallaba jugando con un collar de oro en la palma de su mano, se encargó de responder.

—Seguramente lo robaron todo del pueblo, hay puestos que tienen una cantidad de comida sorprendente, además de que la gente ahí gana mucho dinero e incluso joyas.

—Y también están las joyas de la corona del reino Yakazu —completó Denki.

—Sea lo que sea deben ser bastante ágiles para robar todo eso sin ser atrapados —Katsuki sonrió ladinamente—. Y estoy seguro de que ese bastardo dos colores es quién planea los ataques.

Antes de que pudieran asentir o siquiera dar una opinión sobre lo dicho por el cenizo, una voz más sonó en aquellas paredes de madera.

—Tal vez —todos miraron a Kyoka, quien se mantenía con su rostro tranquilo y apacible—. Pero estoy segura de que lo trajiste por otra razón. No eres ese tipo de personas que secuestra a la gente para que se una a su tripulación así así de fácil. ¿No hay otra razón detrás de esto? —ella mantuvo su mirada en Katsuki, esbozando al final una sonrisa relajada.

Eres mi perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora