❆ Conrad Snow siempre ha sido opacado por el ingenio y carisma de su hermano mellizo. En su interior, desea ser más que la copia de Coriolanus Snow; quiere tener un propósito y una voz propia. Cuando Lucy Gray aparece en su vida, despierta en él una...
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Muchos suelen decir que cuando hay gemelos o mellizos siempre habrá uno que no fue planeado, y Conrad estaba seguro que se trataba de él. Desde que perdió a sus padres las cosas fueron diferentes; el mundo entero cambió, incluyendo su perspectiva de este. Pero hubo algo que siempre fue igual: el inigualable brillo de Coriolanus Snow, su hermano mellizo. Nacieron con el mismo rostro y el mismo cumpleaños, era un factor que lo obligaba a compartir, pero no le importaba, adoraba a su hermano. Siempre estuvieron unidos, era su otra mitad y ver su resplandor lo hacía feliz, incluso si debía apagar su propio brillo. Para él tenía sentido que fuera Coryo quien siempre destacara, empezando por la diferencia de sus cabellos: Conrad tiene el cabello oscuro y sus ojos azules tan hermosos como el océano, pero su hermano tiene esos sublimes rizos dorados que la abuela adoraba y sus ojos eran un tono más azul. Su hermano era un poco más alto, más inteligente, más carismático, tenía un futuro brillante. Y Conrad debía conformarse con ser espectador. Mirar a su hermano alcanzar la gloria y devolver a los Snow a la cima.
A pesar de la situación de su familia Conrad se sentía agradecido, después de todo, había gente en los distritos que de verdad la pasaban terrible. En su mente siempre mantuvo la esperanza y se decía a sí mismo que vendrían días mejores. Estaba seguro que su hermano obtendría el premio Plinth y todo volvería a brillar, no había mejor candidato.
Esta mañana se levantó con un sentimiento agridulce. Estaba ansioso por el premio, pero también era el día de la cosecha, algo que siempre le causaba escalofríos y un mal sabor en la boca. El entretenimiento de la gente del capitolio era tan inhumano e injusto, pero qué podía hacer un chico pobre de dieciocho años contra una nación entera con ideas enfermizas. Sentarse en silencio e ignorarlo era lo mejor que podía hacer, no era tan valiente para ir más allá. Preparaba su sopa de coliflor en la angosta cocina de su vivienda, era desagradable pero ayudaba a mantenerlo de pie durante la ceremonia, no quería desmayarse en el camino. Aún seguía sumergido en el mar de sus pensamientos mientras ignoraba la voz de su abuela que cada mañana repetía el himno de Panem, a veces lo hacía sonreír, pero con el tiempo se volvía irritante, entonces escuchó una voz similar a la suya detrás de él.
—¿Has visto a Tigris o la camisa de papá?—Coryo se asomó por la puerta, tenía el torso desnudo y solo sus pantalones puestos.
Conrad se dio la vuelta y negó con la cabeza. Notó que su hermano parecía angustiado así que le sonrió para intentar calmarlo.
—Estoy seguro que ella hizo un gran trabajo con la camisa, no tienes que preocuparte.
Los ojos de su hermano se posaron en la olla que desprendía humo, con una expresión desagradable. A él tampoco le gustaba el olor de la sopa de coliflor.
—¿No vas a comer algo?—preguntó Conrad, revolviendo la sopa lentamente.
Coryo negó cerrando sus ojos por un momento.
—Dáselo a la abuela, por favor.
Escucharon la voz de su prima Tigris llamando a Coryo y él se marchó después de recalcar que era tarde. Conrad tomó el cucharón de madera más cercano y se sirvió la sopa en un tazón de porcelana viejo que tenía la pintura de sus bordes casi desvaneciéndose, antes de empezar a comerla suspiró y sopló para tratar de enfriarla. Cerró los ojos e hizo una pausa como si fuese a tomar una decisión de vida o muerte, se preparó mentalmente y se empinó el tazón, sus cejas de fruncieron y su lengua sufrió por lo caliente que estaba. Terminó el tazón y deseaba comer algo más para quitar ese sabor de su boca.
