Unas horas más tarde, Louis suspiró al abrir la puerta de su dúplex y poner el
pie en el suelo encerado del vestíbulo. Dejó el montón de cartas que llevaba en la
mano sobre la antigua mesa de alas abatibles, que decoraba el rincón adyacente a la escalera, y cerró la puerta tras él, echando el pestillo. Las llaves fueron a parar al lado de la correspondencia.
Mientras se quitaba a tirones los zapatos, el silencio le golpeó los oídos y se le formó un nudo en la garganta. Todas las noches la misma rutina tranquila: entrar a un hogar vacío, clasificar el correo, leer un libro, llamar a Niall, comprobar el contestador e irse a la cama.
Niall tenía razón, la vida de Louis era una aburrida y escueta investigación
sobre la monotonía.
A los veintidós años, Louis estaba muy cansado de su vida.
¡Demonios!, incluso Jamie —el incansable buscador de tesoros nasales—
comenzaba a parecer atractivo.
Bueno, quizás Jamie no. Y menos su nariz, pero seguro que había alguien ahí
afuera, en algún lugar, que no era un cretino.
¿O no?
Mientras subía las escaleras, decidió que vivir de forma independiente no era
tan espantoso. Al menos, tenía mucho tiempo para dedicar a sus entretenimientos
favoritos.
O también podría buscar nuevos pasatiempos, pensaba mientras caminaba
por el pasillo que llevaba a su dormitorio. Algún día, encontraría un entretenimiento divertido.
Cruzó la habitación y dejó caer los zapatos junto a la cama. No tardó nada en
cambiarse de ropa.
Acababa de peinarse cuando sonó el timbre.
Bajó de nuevo las escaleras para dejar pasar a Niall.
Tan pronto como abrió la puerta, su amigo le soltó enojado:
— No irás a ponerte eso esta noche, ¿verdad?
Louis echó un vistazo a los vaqueros llenos de agujeros y después se fijó en
su enorme camiseta de manga corta.
— ¿Desde cuándo te preocupa mi aspecto? —Y entonces lo vio; en la
enorme cesta de mimbre que Niall utilizaba para llevar las compras—. ¡Uf! No.
Ese libro otra vez, no.
Con una expresión ligeramente irritada, Niall le contestó:
— ¿Sabes cuál es tu problema, Louis?
Louis miró al techo, rogando a los cielos un poco de ayuda.
Desafortunadamente, no lo escucharon.
— ¿Cuál? ¿Que no me trastorna la luz de la luna y que no arrojo mi gordo y
pecoso cuerpo sobre cualquier hombre que conozco?
— Que no tienes ni idea de lo encantador que eres en realidad.
Mientras Louis se quedaba allí plantado, mudo de asombro ante el poco
frecuente comentario, Niall llevó el libro a la salita de estar y lo colocó sobre la
mesita de café. Sacó el vino de la cesta y se dirigió a la cocina.
Louis no se molestó en seguirlo. Había encargado una pizza antes de salir
del trabajo, y sabía que Niall estaría buscando unas copas.
Empujado por un resorte invisible, Louis se acercó a la mesita donde estaba
el libro.
Espontáneamente, extendió la mano y tocó la suave cubierta de cuero. Podría
jurar que había sentido una caricia en la mejilla.
Qué ridiculez.
No crees en esta basura.
Louis pasó la mano por el cuero y notó que no había título, ni ninguna otra
inscripción. Abrió la tapa.
Era el libro más extraño que había visto en su vida. Las páginas parecían
haber formado parte, originariamente, de un rollo de pergamino, que más tarde
había sido transformado en un libro
El amarillento papel se arrugó bajos sus dedos al pasar la primera página; en
ella había un elaborado símbolo hecho a mano, formado por la intersección de tres
triángulos y la atrayente imagen de tres mujeres unidas por varias espadas.
Louis frunció el ceño esforzándose por recordar si aquello podía ser una
especie de antiguo símbolo griego.
Aún más intrigado que antes, pasó unas cuantas páginas y descubrió que
estaba completamente en blanco, excepto aquellas tres hojas…
Qué extraño…
Debía de haber sido algún tipo de cuaderno de bocetos de un pintor, o de un
escultor, decidió. Eso sería lo único que explicase que las páginas estuviesen en
blanco. Algo tuvo que suceder antes de que el artista tuviera oportunidad de añadir algo más al libro.
Pero eso no acababa de explicar por qué las páginas parecían mucho más
antiguas que la encuadernación…
Retrocedió hasta llegar al dibujo del hombre, y observó con atención la
inscripción que había sobre él, pero no pudo sacar nada en claro. Al contrario que
Niall, él evitó las clases de lenguas antiguas en la facultad como si fueran
veneno; y si no hubiese sido por su amigo, jamás habría superado aquella parte
fundamental en su currículum.
— Definitivamente, creo que es griego —dijo sin aliento cuando volvió a mirar
al hombre.
Era sorprendente. Absolutamente perfecto e incitante.
Increíblemente fascinante.
Cautivado por completo, se preguntó cuánto tiempo se tardaría en hacer un
dibujo tan perfecto. Alguien debía haber pasado años dedicado a la tarea; porque
aquel tipo parecía estar preparado para saltar del libro y meterse en su casa.
Niall se detuvo en la entrada y observó cómo Louis miraba fijamente a
Harry. Nunca lo había visto tan extasiado desde que lo conocío.
Bien.
Quizás Harry pudiese ayudarlo.
Cuatro años eran demasiado tiempo.
Pero Paul había sido un cerdo narcisista y desconsiderado. Se había
comportado de un modo tan cruel con Louis y con sus sentimientos, que incluso lo
había hecho llorar la noche que perdió la virginidad.
Y ninguna persona merecía llorar. No cuando estaba con alguien que había
prometido cuidar de ella.
Harry sería definitivamente bueno para Louis. Un mes con él y olvidaría todo
lo referente a Paul. Y, una vez que descubriera lo bien que sabía el sexo compartido
y real, se liberaría de la crueldad de Paul para siempre.
Pero, primero, tenía que conseguir que su testarudo amiguito fuese un poco
más obediente.
— ¿Has encargado la pizza? —le preguntó mientras le ofrecía una copa de
vino.
Louis la cogió con un gesto distraído. Por alguna razón, no podía apartar los
ojos del dibujo.
— ¿Louis?
Parpadeó y se obligó a mirar hacia arriba.
— ¿Hum?
— Te pillé mirando —bromeó Niall.
Louis se aclaró la garganta.
— ¡Oh, por favor!, no es más que un pequeño dibujo en blanco y negro.
— Lou, en ese dibujo no hay nada pequeño.
— Niall, eres malo.
— Completamente cierto. ¿Más vino?
Y como si hubiesen estado esperando el momento preciso, sonó el timbre.
— Yo voy —dijo Niall, colocando el vino en la mesita del teléfono para
dirigirse al recibidor.
Unos minutos después, volvió a la salita. Hasta Louis llegó el maravilloso
aroma de la enorme pizza de pepperoni y sus pensamientos dejaron a un lado el
libro. Y al hombre cuya imagen parecía haberse grabado en su subconsciente.
Pero no resultó fácil.
De hecho, cada minuto que pasaba parecía más difícil.
¿Qué demonios le pasaba? Era él Rey de Hielo. Ni siquiera Brad Pitt o
Brendan Fraser despertaban sus deseos. Y a ellos los veía en color.
¿Qué había de extraño en aquel dibujo?
¿En él?
Mordisqueó la pizza y se cambió de asiento. Se acomodó en un sillón en la
otra punta de la sala, a modo desafío personal. Sí. Demostraría a Niall y al libro
que él dominaba la situación.
Después de cuatro porciones de pizza, dos pastelitos de chocolate, cuatro
copas de vino y una película, se reían a más no poder tumbados en el suelo sobre
los cojines del sofá mientras veían Dieciséis velas.
— «Dices que es tu cumpleaños» —comenzó Niall a cantar, y acto seguido
golpeó el suelo como si de unos bongos se tratara— «También es el mío».
Louis le golpeó la cabeza con un cojín y le dio la risa tonta al comprobar los
efectos del vino.
— ¿Louis? —dijo Niall burlón—. ¿Estás achispado?
Louis volvió a reírse.
— Más bien, agradablemente contento. Maravillosamente contento.
Niall se rió de él
— Entonces, ¿estás dispuesto a hacer un pequeño experimento?
— ¡No! —gritó Louis con énfasis—. No quiero utilizar la Ouija, ni hacer lo del péndulo y te juro que si veo una sola carta del Tarot o una runa, te vomitaré encima los pastelitos.
Mordiéndose el labio, Niall cogió el libro y lo abrió.
Las doce menos cinco.
Sostuvo el dibujo para que Louis lo observara y señaló aquel increíble
cuerpo.
— ¿Qué opinas de él?
Louis lo miró y sonrió.
— Está para relamerse, ¿verdad?
Bueno, definitivamente la cosa iba progresando. No conseguía recordar la
última vez que Louis le había dedicado un cumplido a un hombre. Movió
juguetonamente el libro frente al rostro de su amigo.
— Venga, Louis. Admítelo. Deseas a este bombón.
— Si te digo que no le dejaría salir de mi cama ni a cambio de unas galletas
saladas, ¿me dejarías en paz?
— Puede. ¿A qué más renunciarías por mantenerlo en tu cama?
Louis puso los ojos en blanco y apoyó la cabeza sobre un cojín.
— ¿A comer sesos de mono a la plancha?
— Ahora soy yo él que va a vomitar.
— No estás prestando atención a la película.
— Lo haré si pronuncias este hechizo tan cortito.
Louis alzó las manos y suspiró. Sabía que no merecía la pena discutir con
Niall… tenía aquella expresión. No se detendría hasta salirse con la suya, ni
aunque cayese un meteorito sobre ellos en ese mismo momento.
Además, ¿qué había de malo? Ya hacía mucho tiempo que sabía que
ninguno de los estúpidos rituales y encantamientos de Niall funcionaban.
— Vale, si así te sientes mejor, lo haré.
— ¡Sí! —gritó Niall y lo agarró de un brazo para ponerlo en pie—.
Necesitamos salir al porche.
— Muy bien, pero no voy a cortarle el cuello a un pollo, ni voy a beber nada
asqueroso.
Con la sensación de ser un niño a la que habían dejado dormir en casa de
una amigo, y que acababa de perder en el juego de Verdad o Reto, dejó que
Niall lo precediera a través de la puerta corredera de cristal que daba al porche. El
aire húmedo llenó sus pulmones, escuchó a los grillos cantar y descubrió miles de
estrellas brillando sobre su cabeza. Louis supuso que era una noche perfecta para
invocar a un esclavo sexual.
Se rió por lo bajo.
— ¿Qué quieres que haga? —le preguntó a Niall—. ¿Pedir un deseo a un
planeta?
Niall negó con la cabeza y lo colocó en mitad de un rayo de luna que se
colaba entre los árboles y el alero del tejado. Le ofreció el libro.
— Apóyalo en el pecho y abrázalo con fuerza.
— ¡Oh, nene! —dijo Louis con fingido deseo mientras envolvía amorosamente el libro con sus brazos y lo acercaba a su pecho, como si de un
amante se tratara—. Me pones tan cachondo… No puedo esperar a hundir mis
dientes en ese maravilloso cuerpo que tienes.
Niall se rió.
— Para. ¡Esto es serio!
— ¿Serio? Por favor. Estoy aquí fuera en mitad del porche, el día de mi cumpleaños 23, descalzo, con unos vaqueros a los que mi madre les
prendería fuego y abrazando un estúpido libro para invocar a un esclavo sexual
griego que está en el más allá —miró a Niall—. Sólo conozco una manera de
hacer que esto sea aún más ridículo…
Sosteniendo el libro con una sola mano, extendió los brazos a ambos lados,
echó la cabeza hacia atrás y comenzó a rogar al oscuro cielo:
— ¡Oh! Fabuloso esclavo sexual, llévame contigo y hazme todas las cosas
escandalosas que sepas. Te ordeno que te levantes —dijo, alzando las cejas.
Niall resopló.
— Así no es como debes hacerlo. Tienes que decir su nombre tres veces.
Louis se enderezó.
— Esclavo sexual, esclavo sexual, esclavo sexual.
Con los brazos en jarras, Niall le lanzó una furiosa mirada.
— Harry Styles, de Macedonia
— ¡Oh! Lo siento —dijo Louis volviendo a apretar el libro sobre el pecho, y
cerrando los ojos—. Ven y alivia el dolor que siento en mis partes bajas, ¡Oh! Gran
, Harry Styles, Harry Styles, Harry Styles —se giró para mirar a Niall—. ¿Sabes? Esto es un poco difícil de pronunciar tres veces seguidas, y tan rápido.
Pero su amigo no le prestaba la más mínima atención. Estaba muy ocupado
mirando por todos lados, esperando la aparición de un apuesto extraño.
Louis acababa de poner otra vez los ojos en blanco, cuando un ligero soplo
de viento cruzó el patio y un suave aroma a sándalo los envolvió. Volvió a inhalar
para recrearse de nuevo en el agradable olor antes de que se evaporara, y entonces la brisa desapareció, dejando de nuevo el caluroso y húmedo bochorno, típico de una noche de agosto.
De repente, se escuchó un débil sonido procedente del patio trasero, y las
hojas de los arbustos se movieron.
Arqueando una ceja, Louis contempló como las plantas se mecían. Y
entonces, el diablillo que había en él cobró vida.
— ¡Oh, Dios mío! —farfulló y señaló a un arbusto del patio trasero—. ¡Niall,
mira allí!
Niall se giró a toda prisa ante el nerviosismo de Louis. Un enorme seto se
mecía como si hubiese alguien detrás.
— ¿Harry? —le llamó Niall, y dio un paso hacia delante.
El arbusto se inclinó y, súbitamente, un siseo y un miau rompieron el silencio,
un segundo antes de que dos gatos cruzaran el patio como una exhalación.
— Mira, Niall. Es el señor Don Gato que viene a poner fin a mi celibato —
sostuvo el libro con un brazo y se llevó el dorso de la mano a la frente, en un
simulacro de desmayo—. ¡Oh, ayúdeme Señor de la Luna! ¿Qué voy a hacer con
las atenciones de tan desacertado pretendiente? Ayúdeme rápido, antes de que me mate a causa de la alergia.
— Dame ese libro —le espetó Niall quitándoselo de un tirón. Regresó a la
casa mientras pasaba las páginas—. ¡Joder!, ¿qué he hecho mal?
Louis abrió la puerta para que Niall pasara al fresco interior de la sala.
— No hiciste nada mal, Niall. Esto es absurdo. ¿Cuántas veces tengo que
decirte que hay un viejecillo sentado en la parte trasera de un almacén, escribiendo toda esta porquería? Apostaría a que ahora mismo está partiéndose de la risa por lo imbéciles que hemos sido.
— Quizás era necesario hacer algo más. Me juego lo que sea a que hay algo
en los primeros párrafos que no puedo interpretar. Debe ser eso.
Louis cerró la puerta de cristal y suplicó un poco más de paciencia.
Y me llama testarudo, ¡a mí!
El teléfono sonó en ese instante y, al contestarlo, Louis escuchó la voz de Zayn
preguntado por Niall.
— Es para ti —dijo alargándole el auricular.
Niall lo cogió.
— ¿Sí? —se mantuvo en silencio unos minutos. Niall podía escuchar la voz
nerviosa de Zayn. Por la repentina palidez del rostro de su amiga, dedujo que algo
había pasado.
— Vale, vale. Llegaré enseguida. ¿Estás seguro de que te encuentras bien?
Vale, te quiero. Voy de camino… no hagas nada hasta que yo llegue.
Louis sintió un horrible nudo en el estómago. Una y otra vez, volvía a ver al
policía en la puerta de su dormitorio, y a escuchar su desapasionada voz: Siento
mucho informarle…
— ¿Qué pasa? —preguntó Louis.
— Zayn se ha caído jugando a baloncesto y se ha roto un brazo.
Dejó escapar el aliento más tranquilo. Gracias Señor, no ha sido un accidente
de coche.
— ¿Se encuentra bien?
— Dice que sí. Sus amigos le llevaron a un médico de guardia que le hizo una
radiografía antes de que se marcharan. Me dijo que no me preocupara, pero creo
que es mejor que vuelva a casa.
— ¿Quieres que te lleve en mi coche?
Niall negó con la cabeza.
— No, has tomado demasiado vino; yo he bebido menos. Además, estoy
seguro de que no es nada serio. Pero ya sabes lo aprensivo que soy. Quédate aquí y disfruta de lo que queda de película. Te llamaré mañana por la mañana.
— Vale. Avísame si es grave.
Niall cogió la cesta y sacó las llaves. Se detuvo a mitad de camino y le
alargó el libro a Louis.
— ¡Qué demonios! Quédatelo. Supongo que en los próximos días te ayudará
a reírte a carcajadas cada vez que te acuerdes de lo idiota que soy.
— No eres idiota. Simplemente, un poco excéntrico.
— Eso es lo que decían de Mary Todd Lincoln. Hasta que la encerraron.
Louis cogió el libro, riéndose a carcajadas, y observó como Niall caminaba
hacia su coche.
— Ten cuidado —gritó desde la puerta—. Y gracias por el regalo, y por lo que
esté por venir.
Niall le dijo adiós con la mano antes de subirse a su Jeep Cherokee de
color rojo brillante y alejarse.
Con un suspiro de cansancio, Louis cerró la puerta, echó el pestillo y arrojó el
libro al sofá.
— No te vayas a ningún lado, esclavo sexual.
Louis se rió de su propia estupidez. ¿Acabaría alguna vez Niall con todas
aquellas majaderías?
Apagó el televisor y llevó los platos sucios al fregadero. Mientras lavaba las
copas, vio un repentino fogonazo.
Durante un segundo, pensó que se trataba de un relámpago.
Hasta que se dio cuenta de que había sido dentro de la casa.
— ¿Qué dem…?
Soltó la copa y fue hacia la salita de estar. Al principio no vio nada. Pero
según se acercaba a la puerta, percibió una presencia extraña. Algo que le puso la
piel de gallina.
Entró en la estancia con mucho cuidado y vio una figura alta, de pie delante
del sofá. Era un hombre. Un hombre muy apuesto. ¡Un hombre desnudo!
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el dios de lo placentero /LS
FanfictionHistoria Larry El protagonista de la historia es un joven poderoso y deseado por todas las mujeres y hombres, bendecido por los dioses y con habilidades excepcionales. Sin embargo, está condenado a nunca encontrar la satisfacción y solo puede prop...