Capitulo 14
Los días siguientes fueron los mejores de la vida de Louis. Una vez se
acostumbró a la regla que Harry impuso, que prohibía los besos y las caricias
íntimas e incitantes, desarrollaron una relación agradable que fue casi una sorpresa para el.
Pasaba los días en el trabajo, almorzaba a menudo con Harry y Niall, y
dedicaba las noches a tumbarse entre sus maravillosos brazos.
Sin embargo, con cada día que pasaba, saber que iba a abandonarlo a final
del mes lo dejaba destrozado.
¿Cómo iba a soportarlo?
Aunque la idea no abandonaba nunca su mente, se negó a pensar en eso
constantemente. Viviría el momento y se preocuparía del mañana cuando llegara.
El sábado por la noche quedaron con Niall y Zayn en Tip’s, en el Barrio
Francés. Aunque con bastante más afluencia de turistas que el original Tippitinas’s,
era la noche de Zydeco y Louis quería que Harry escuchara la música que Nueva
Orleáns había hecho famosa.
— ¡Eh! —Les dijo Niall mientras se aproximaban a la mesa, en el fondo del
local—. Empezaba a preguntarme si iban a dejarnos colgados.
Louis se sintió enrojecer al recordar el motivo de su retraso. Algún día de
estos aprendería a cerrar la puerta del baño mientras se duchaba…
— Hola Harry, Louis —les saludó Zayn.
Louis sonrió al ver la escayola del brazo de Zayn que Niall había decorado
con pintura fluorescente.
Harry inclinó la cabeza a modo de saludo mientras retiraba una silla para que
Louis se sentara y, después, hizo lo propio a su lado. En cuanto apareció el
camarero pidieron cervezas y nachos, y Niall comenzó a seguir el ritmo de la
música golpeando la mesa con la mano.
— Vamos, Niall —dijo Zayn, malhumorado—. Será mejor que bailemos antes
de que tenga que matarte por ese ruidito insoportable.
Con una ligera punzada de envidia, Louis observó cómo se alejaban.
— ¿Te gustaría bailar? —le preguntó Harry.
A Louis le encantaba bailar, pero no quería que Harry pasara un mal rato. En
su mente no había dudas de que él no sabía bailar música moderna. Pero, aún así,
fue una invitación muy tierna por su parte.
— No, no pasa nada.
Pero él no lo escuchó. Se puso en pie y le tendió la mano.
— Sí, claro que vas a bailar.
Tan pronto como llegaron a la pista de baile, Louis comprendió que aquel
hombre bailaba tan bien como besaba.
Harry conocía cada paso y daba la sensación de que había nacido bailando.
De hecho, sus movimientos eran elegantes sin perder el toque masculino y
fascinante. Louis nunca había visto a nadie bailar así. Y por las envidiosas miradas
femeninas que sentía clavadas en él, podía imaginarse que todas aquellas mujeres
tampoco habían presenciado antes nada semejante.
Cuando el grupo terminó de tocar se sentía excitado y estaba sin aliento.
— ¿Cómo…?
— Fue el regalo de Terpsícore —le contestó Harry mientras le pasaba el
brazo por los hombros y lo mantenía fuertemente pegado a su cuerpo.
— ¿De quién?
— De la musa de la danza.
Louis sonrió.
— Recuérdame que le envíe una nota de agradecimiento.
Al comenzar la siguiente canción, Harry miró fijamente a su izquierda y
frunció el ceño.
— ¿Pasa algo? —preguntó Louis, mientras seguía la dirección de su mirada.
Él meneó la cabeza y se frotó los ojos.
— Debo estar viendo visiones.
— ¿Qué has visto?
Harry volvió a mirar entre la multitud, buscando al hombre castaño y alto que
acababa de ver por el rabillo del ojo. Aunque apenas había captado su imagen,
juraría que se trataba de Liam de Tracia.
Con algo más de uno noventa de estatura, a Liam siempre le había
resultado difícil perderse entre la multitud y, además, su modo de andar era bastante distintivo, ya que tenía un aura letal.
Pero pensar que Liam estuviese en esa época era algo imposible. Debía ser
la locura que volvía a hacer mella en él; ahora comenzaba a ver visiones.
— Nada —contestó.
Apartó el tema de su mente y miró Louis con una sonrisa. La siguiente canción
era lenta y lo atrajo hacia sus brazos, manteniéndolo muy cerca de su cuerpo, al
tiempo que se movían suavemente al ritmo de la música. Louis le rodeó el cuello y apoyó la cabeza en su pecho; podía inhalar el cálido aroma a sándalo que
desprendía Harry. No sabía cómo, pero aquel olor conseguía que perdiera la cabeza por completo y que la boca se le hiciera agua.
Con la mejilla apoyada sobre la cabeza de Louis, Harry comenzó a
acariciarle el pelo mientras Louis escuchaba los latidos de su corazón. Louis podría quedarse así para siempre.
Pero la pieza terminó demasiado pronto. Y después de dos canciones
rápidas, Louis tuvo que regresar a su asiento. Simplemente, no tenía el aguante de Harry.
Al encaminarse hacia la mesa, se dio cuenta de que Harry ni siquiera tenía la
respiración alterada; pero eso sí, su frente estaba cubierta de sudor.
Él le apartó la silla. Se sentó muy cerca de él y cogió su jarra de cerveza
para tomar un gran trago.
— ¡Harry! —dijo Niall con una carcajada—. No tenía ni idea de que podías
moverte así.
Zayn puso los ojos en blanco.
— ¿Pensamientos lujuriosos de nuevo, Niall?
Niall le dio un puñetazo a su marido en el estómago.
— Sabes que no es eso. Tú eres el único juguete con el que me apetece
jugar.
Zayn miró a Harry con escepticismo.
— Sí, claro.
Louis vio cómo el rostro de Harry se ensombrecía.
— ¿Estás bien? —le preguntó.
Él le contestó con su sonrisa plagada de hoyuelos y a Louis se le olvidó la
pregunta.
Permanecieron sentados en silencio escuchando al grupo, mientras Harry y
Louis se ofrecían nachos el uno al otro.
Cuando Louis apartó la mano de los labios de él, Harry la capturó y se la
llevó de nuevo a la boca para chupar un poco de queso que se le había quedado
pegado en la yema de un dedo. Pasó la lengua sobre su piel y Louis sintió que el
cuerpo le estallaba en llamas.
No pudo más que reírse al notar cómo el deseo lo consumía. Cómo deseaba
haberse quedado en casa. ¡Le encantaría quitarle la ropa a Harry y lamer queso
fundido sobre su cuerpo toda la noche!
Definitivamente, iba a añadir Cheez Whiz a la lista de la compra.
Con los ojos brillantes, Harry llevó la mano de Louis hasta su regazo y
comenzó a mordisquearle el cuello antes de apartarse y tomar otro trago de cerveza.
— Niall —le dijo Zayn llamando la atención de su esposo, que estaba
mirando a Louis y Harry. Le ofreció una servilleta—. Seguro que quieres limpiarte la baba que te gotea por la barbilla.
Niall puso los ojos en blanco.
— Louis, necesito ir al baño. Vamos.
Harry se echó hacia atrás para dejarlo pasar. Observó cómo Louis se perdía
entre la multitud y, casi al instante, las mujeres comenzaron a acercársele.
El estómago se le contrajo. ¿Por qué siempre tenían que revolotear a su
alrededor? En ese momento, deseó que por una vez en su vida pudiera sentarse
tranquilo sin tener que mantener a raya a un puñado de mujeres, de las cuales ni
siquiera conocía sus nombres, antes de que empezaran a sobarlo.
— Hola nene —coqueteó una atractiva rubia, que fue la primera en llegar a su
lado—. Me gusta cómo bailas. ¿Qué tal si…?
— No estoy solo —le contestó él, entrecerrando los ojos a modo de
advertencia.
— ¿Con él? —se rió la mujer mientras señalaba con un dedo hacia el lugar
por donde Louis había desparecido—. Venga ya. Pensaba que habías perdido una
apuesta o algo así.
— Yo pensé que lo hacía por pena —comentó otra mujer que se acercó junto
a una morena.
Dos hombres surgieron en ese momento de entre la multitud.
— ¿Qué hacéis aquí vosotras tres? —preguntaron los tipos a sus
compañeras.
Las mujeres contemplaron contritas a Harry.
— Nada —ronroneó la rubia, mirándolo por última vez antes de darse la
vuelta y marcharse.
Los hombres lo miraron furiosos.
Él alzó una ceja con un gesto burlón y tomó otro trago de cerveza con total
normalidad. Los tipos debieron darse cuenta de que la idea de pelear con él era
bastante estúpida, porque se reunieron con sus chicas y se marcharon.
Harry suspiró, disgustado. Daba igual la época en la que se encontrara,
algunas cosas no cambiaban.
— Oye —le increpó Zayn alzándose un poco por encima de la mesa—. Sé que
últimamente has pasado mucho tiempo con Niall. Por tu bien, espero que no te
estés metiendo en mi territorio. ¿Me has entendido?
Harry tomó una honda bocanada de aire. Zayn no; él no.
— Por si no lo has notado, sólo estoy interesado en Louis.
— Sí, claro —masculló Zayn—. No intentes confundirme; Louis me cae muy
bien, pero no soy idiota. No puedo creer que seas el tipo de hombre que se
conforma con una hamburguesa cuando tiene un montón de jugosos solomillos de ternera esperándolo.
— Sinceramente, me importa una mierda lo que creas.
Louis vaciló cuando Niall y él regresaron junto a Harry y Zayn. La tensión
de Harry era palpable. Sostenía la cerveza con tanta fuerza que se sorprendía de
que la botella no hubiera estallado, hecha añicos.
— Zayn —le dijo Niall mientras le pasaba los brazos alrededor del cuello—.
¿Te importaría mucho si bailo con Harry?
— Joder, claro que me importa.
De inmediato, Harry se disculpó y se acercó a la barra.
Louis lo siguió con rapidez.
Pidió otra cerveza justo cuando Louis llegó a su lado.
— ¿Estás bien? —le preguntó.
— Estupendamente.
Pero no lo parecía. Definitivamente, no parecía estar bien.
— ¿Sabes una cosa? Sé cuando no estás siendo sincero conmigo. Y ahora
confiesa, Harry. ¿Qué pasa?
— Deberíamos marcharnos.
— ¿Por qué?
Harry lanzó una rápida mirada a Niall y Zayn.
— Creo que sería lo más sensato.
— ¿Por qué?
Harry gruñó.
Antes de que pudiera contestarle, tres hombres aparecieron tras él y, por sus
expresiones, Louis intuyó que no estaban muy contentos.
Peor aún, parecía que Harry era la fuente de todos sus problemas.
El más grande era un monstruoso culturista, siete centímetros más bajo que
Harry, pero bastante más musculoso y voluminoso. Hizo una especie de mohín al
mirar la espalda de Harry de arriba abajo. Y, en ese instante, Louis lo reconoció.
Paul.
El corazón empezó a latirle con rapidez. Físicamente, había cambiado
muchísimo con los años. Tenía la cara más redonda, con arrugas prematuras
alrededor de los ojos, y había perdido mucho pelo. Pero aún conservaba la misma sonrisa burlona.
— Éste era el que estaba con Amber —le dijo uno de sus acólitos.
Una calma mortal rodeó a Harry, haciendo que Louis se estremeciera de
miedo. Louis no sabía de lo que era capaz y, por lo que estaba viendo, Paul no había cambiado por dentro tanto como por fuera. Un niñato de anuncio, rodeado de seguidores, que siempre se movía con su séquito. Todo lo que hacía tenía que ser notorio para dejar claro su poder. Con ese ego de chulo de playa, estaba claro que no se iría hasta que consiguiera enredar a Harry en una pelea.
Lo único que esperaba era que su general tuviera más sentido común y no
cayera en la trampa.
— ¿Necesitáis algo? —preguntó, sin mirar a Paul ni a sus amigos.
Paul se rió y palmeó a uno de los suyos en el pecho.
— ¿Qué acento es ése? Tiene voz de pito.
Harry se giró y miró furioso a Paul. A cualquier otra persona con más
entendederas, esa mirada la habría hecho retirarse.
Paul, por supuesto, carecía de entendederas. No había tenido nunca ni una
pizca de sentido común.
— ¿Qué pasa contigo, niño bonito? —se burló Paul—. ¿Te he ofendido? —
Miró a sus amigos y meneó la cabeza—. Lo que pensaba; es un mariquita cobarde con voz de pito.
Harry soltó una carcajada siniestra.
— Venga Harry —le increpó Louis, cogiéndolo del brazo antes de que las
cosas se pusieran peor—. Vámonos.
Paul lo miró con aquella risita burlona y entonces lo reconoció.
— Vaya, vaya, vaya. Louis Alexander. Hace mucho que no nos vemos. —Le
dio una palmada en la espalda al tipo moreno que estaba a su lado—. Oye, Tom, ¿te acuerdas de Louis, el de la facultad? Su ropa interior blanca me hizo ganar
nuestra apuesta.
Harry se quedó paralizado ante sus palabras.
Louis sentía que el viejo dolor volvía, pero se negó a demostrarlo. Jamás le
daría ese gusto a Paul de nuevo.
— No me extraña que fuera detrás de Amber —siguió Paul—. Probablemente
quería probar a alguien que no estuviese todo el rato llorando mientras se lo tira.
Harry giró hacia Paul con tal rapidez que Louis apenas si fue capaz de
percibir el movimiento. Paul se movió un poco pero Harry se agachó y le lanzó un
puñetazo a las costillas que lo envió hasta la multitud, que se agolpaba unos metros detrás de ellos. Con una maldición, se arrojó a plena carrera hacia Harry. Él se ladeó un poco, le puso la zancadilla y lo empujó haciéndolo volar por los aires.
Paul aterrizó sobre la espalda.
Antes de que pudiera moverse, Harry colocó el pie sobre su garganta y le
sonrió con tal frialdad que Louis comenzó a temblar de la cabeza a los pies.
Paul agarró el pie de Harry con las dos manos e intentó apartarlo. Comenzó a
agitarse por el esfuerzo, pero Harry no se apartó.
— ¿Sabías…—le preguntó Harry con un tono de voz tan pragmático que era
realmente atemorizante—…que sólo son necesarios poco más de dos kilos para
aplastarte el esófago por completo?
Los ojos y los brazos de Paul comenzaron a hincharse cuando Harry ejerció
más presión sobre su cuello.
— Tío, por favor —suplicó Paul mientras intentaba quitarse el pie de Harry de
encima—. Por favor, no me hagas daño, ¿vale?
Louis contuvo el aliento, aterrado, al ver que Harry le pisaba aún con más
fuerza.
Tom se acercó a ellos.
— Hazlo —le advirtió Harry— y te saco el corazón para que tu amigo se lo
coma.
Louis se quedó helado al ver la mirada de los ojos de Harry. Éste no era el
hombre tierno que le hacía el amor por las noches. Éste era el rostro del general que una vez había mandado al infierno a los romanos más valientes.
No dudaba ni por un solo instante que Harry podía llevar a cabo la amenaza.
Y por lo rápido que la sangre abandonó el rostro de Tom, Louis supo que el hombre también lo creyó.
— Por favor —volvió a implorar Paul, comenzando a llorar—. Por favor, no me
hagas daño.
Louis tragó saliva mientras esas palabras lo asaltaban; las mismas que él
pronunció llorando en la cama de Paul.
Fue entonces cuando Harry lo miró a los ojos. Louis vio la furia y el deseo de
acabar con Paul. Por él.
— Déjalo, Harry —le dijo en voz baja—. No merece la pena. A tu lado no vale
nada.
Harry miró a Paul con los ojos entrecerrados.
— Los cobardes inútiles como tú son descuartizados como entrenamiento allí
de donde vengo.
Cuando Louis pensaba que iba a matarlo, Harry apartó el pie.
— Levántate.
Frotándose el cuello, Paul se puso en pie lentamente.
La mirada gélida y letal de Harry hizo que Paul se encogiera.
— Le debes una disculpa a Louis.
Paul se limpió la nariz con el dorso de la mano.
— Lo siento.
— Dilo como si lo sintieras de verdad —lo amenazó Harry en voz baja.
— Lo siento, Louis. De verdad. Lo siento muchísimo.
Antes de que Louis pudiese responder, Harry pasó un brazo por sus brazos en
un gesto posesivo y salieron a paso tranquilo del local.
Ninguno de ellos habló hasta que llegaron al coche. Louis notaba que algo
iba muy mal con Harry. Estaba totalmente tenso, como la cuerda de un arco.
— Ojalá me hubieses dejado matarlo —le dijo Harry, mientras Louis buscaba
las llaves del coche en el bolsillo de los vaqueros.
— Harry…
— No tienes ni idea de lo que me cuesta dejarlo marchar. No soy el tipo de
hombre que suele dejar de lado una situación como ésta —confesó mientras
golpeaba con fuerza el techo del coche con la palma de la mano para después
girarse rápidamente y lanzar un gruñido—. ¡Maldita sea, Louis! hubo una época en qla que me alimentaba de las entrañas de tipos como ése. Y he pasado de eso a…
Harry dudó un instante cuando dos mil años de recuerdos reprimidos
afluyeron a su mente. Volvió a verse como el respetado líder que fue. El héroe de
Macedonia. El hombre que una vez consiguió que legiones completas de romanos se rindieran ante la simple aparición de su estandarte.
Y después vio en lo que se había convertido. En una cáscara vacía. En una
codiciada mascota, sometida a la voluntad de aquél que lo invocara.
Durante dos mil años había vivido sin emociones y sin pronunciar más que un
puñado de palabras.
Había encontrado el punto exacto que le permitía sobrevivir. Y se había
dejado arrastrar.
Hasta que Louis llegó y descubrió su faceta humana…
Louis observó la mirada de emociones que cruzaron por el rostro de Harry. Ira,
confusión, horror y, finalmente, una terrible agonía. Se acercó hasta el otro lado del coche, donde él estaba, pero no dejó que lo tocara.
— ¿Es que no lo ves? —le preguntó con un tono brusco a causa de las
intensas emociones—. Ya no sé quién soy. En Macedonia sabía quién era; después me convertí en esto —dijo, mientras alzaba el brazo para que Louis pudiera ver las palabras que Príapo grabó a fuego—. Y tú lo has cambiado todo —acabó, mirándolo fijamente.
La angustia que reflejaban sus ojos desgarraba a Louis.
— ¿Por qué has tenido que cambiarme, Louis? ¿Por qué no me dejaste
como estaba? Había aprendido, a fuerza de voluntad, a no sentir nada. Simplemente venía a este mundo, hacía lo que me ordenaban y me marchaba. No deseaba nada. Y ahora… —miró a su alrededor, como un hombre inmerso en una pesadilla de la que no puede escapar.
Louis alargó el brazo.
— Harry…
Negando con la cabeza, él se alejó de su mano.
— ¡No! —exclamó, mesándose el cabello—. No sé a dónde pertenezco. No lo
entiendes.
— Entonces, explícamelo —le suplicó Louis.
— ¿Cómo voy a explicarte lo que es caminar entre dos mundos y ser
despreciado por ambos? No soy humano, ni tampoco un dios; soy un híbrido
abominable. No tienes idea de cómo crecí: mi madre me entregó a mi padre, que me entregó a su esposa, que me entregaba a cualquiera que estuviese cerca para
alejarme de su vista. Y durante los últimos veinte siglos no he sido más que una
moneda de cambio, algo que se podía comprar y vender. He pasado toda mi vida
buscando un lugar al que poder llamar hogar. Buscando a alguien que me quisiera por lo que soy, no por mi rostro ni por mi cuerpo. —El tormento que reflejaban sus ojos hería a Louis como una quemadura.
— Yo te quiero, Harry.
— No, no es cierto. ¿Cómo ibas a quererme?
Louis se quedó boquiabierto ante su pregunta.
— Mejor di que cómo no iba a hacerlo. Dios mío, jamás en mi vida he
deseado estar junto a alguien como ahora deseo estar contigo.
— Es lujuria, nada más.
Eso sí consiguió enfadarlo. ¡Cómo se atrevía a despreciar sus sentimientos
como si fuesen algo trivial! Lo que sentía hacia él era mucho más profundo que la
mera lujuria, era algo que le llegaba hasta el alma.
— No me digas lo que siento o lo que no. No soy una niño.
Harry meneó la cabeza, incapaz de creer sus palabras. Se trataba de la
maldición. Tenía que ser eso. Nadie podía amarlo. Nadie lo había hecho nunca,
desde el día en que nació.
Pero que Louis lo amara…
Sería un milagro. Sería…
La gloria. Y él no había nacido para saborearla.
«Sufrirás como ningún otro hombre lo ha hecho.»
Sólo se trataba de otra estratagema de los dioses. Otro cruel engaño
concebido para castigarlo.
Y ya estaba cansado. Exhausto y agotado por la lucha. Sólo quería escapar al
sufrimiento. Buscaba un puerto donde refugiarse de aquellos aterradores
sentimientos que lo asaltaban cada vez que lo miraba.
Louis apretó los dientes al ver la negativa en los ojos de Harry. Pero, ¿quién
podía culparlo?
Lo habían herido en incontables ocasiones. Pero de algún modo, de alguna
forma, lograría probarle lo mucho que significaba para él.
Tenía que hacerlo. Porque perderlo significaría la muerte para él.
ESTÁS LEYENDO
el dios de lo placentero /LS
FanficHistoria Larry El protagonista de la historia es un joven poderoso y deseado por todas las mujeres y hombres, bendecido por los dioses y con habilidades excepcionales. Sin embargo, está condenado a nunca encontrar la satisfacción y solo puede prop...