Los recuerdos acudieron de súbito a la mente de Lázaro Sombra con un brutal golpe de sucesiones de imágenes una tras otra sin pausa.
Las conversaciones que había tenido con la espectral figura previamente, con su muerte, hacían eco en cada rincón de su pensamiento mientras un aura de lucidez se asentaba en medio del esfuerzo que representaban sus cavilaciones.
Los infinitos espacios donde habitó en el pasado transcurrieron intempestivamente frente a sus ojos. Las habitaciones donde había redescubierto la amarga compañía de la soledad, el interior del auto donde había experimentado por vez primera la caricia de unos labios contra los suyos y las calles que alguna ocasión transitó cuando niño saltando sobre los charcos para empaparse las calcetas.
Al cabo de unos instantes, la desesperación fue sustituida por la calma, la incertidumbre por la certeza y el recuerdo se estableció con claridad en su memoria. En efecto, Lázaro Sombra conocía a la vieja amiga que ahora yacía sentada frente a él en el extremo contiguo de la mesa.
—Te recuerdo—anunció.
—Te has tomado tu tiempo—replicó su muerte.
—Las memorias me eran esquivas—argumentó Lázaro Sombra empleando el mejor tono conciliador del que era capaz dadas las circunstancias—. Por razones que desconozco había suprimido en lo mas profundo de mi ser todas esas vivencias.
Su muerte lo miró largo rato antes de agregar:
—Debió haber sido una soberbia travesía el estar con ella para lograr hacer que te olvidaras de mi después de todo lo ocurrido—su muerte se dispuso a servir un nuevo par de tragos en los vasos—. Intrigante en verdad. La mayoría de los mortales no logra jamás reponerse del primer sobresalto al verme y nunca noté que hubiera algo especial en ti para hacerme pensar diferente.
Lázaro Sombra intentó rechazar cortésmente el gesto del licor ahora que comenzaba a ver el panorama con claridad pero fue toscamente interrumpido.
—¡Tonterías!—soltó su muerte con enjundia—. No necesitas certeza ni mucho menos claridad para lo que viene a continuación. Además, jamás podrías embriagarte con este licor aunque bebieras más de treinta botellas de un tirón. Esta clase de ambrosía no tendrá nunca ese efecto en ti, ¿ o acaso crees que esto es un destilado de caña real?. Ahora calla y bebe que largo tiempo he aguardado por estos momentos y ni tu ni nadie me arrebatará la satisfacción de ponerle por fin punto final.
Lázaro Sombra no tuvo mas remedio que obedecer ante el imperioso tono que su muerte había empleado. El escozor que le provocó el alcohol fue considerablemente menor que la primera ocasión, incluso pareció disfrutar del sabor, casi paladeando para arrancar las últimas notas de sutil dulzor frutal en su boca. Dejó el vaso sobre la mesa antes de volverse hacia su muerte para enunciar con fatalidad:
—Supongo entonces que ha llegado la hora—dijo.
Su muerte sostenía su propio vaso entre los largos dedos mientras miraba con aire distraído un rincón del lugar. Lázaro Sombra se sintió aliviado de haber dejado finalmente de ser el centro de atención de esos ojos vacíos. Su muerte bebió y, sin modificar su expresión, asintió.
—Es entonces que finalmente Dios ha venido a ponerme en mi lugar—anunció Lázaro Sombra.
Su muerte se giró en redondo de nueva cuenta hacia él con la gelidez de los eones contenida en una mirada que desnudó hasta la ultima hebra de su alma. Sus ojos, los castaños ojos de Candida Dolores, se tornaron de improviso totalmente negros cual catarata hecha enteramente de penumbras.
—Esto no tiene nada que ver con Dios—pronunció heladamente su muerte con un espantoso siseo al finalizar la frase.
Un nuevo escalofrío recorrió a Lázaro Sombra ante la fatalidad de las palabras.
ESTÁS LEYENDO
El final de Lázaro Sombra
RomanceLázaro Sombra había caído presa de los encantos mas inocentes con los que se había topado. Había sido víctima del golpe de un amor que ni siquiera lo había tocado, que sin siquiera posar su piel, sus delicadas manos o sus exquisitos labios sobre él...