Los huesos de la muerte crujieron con dolorosa angustia, como si se hubieran quebrado en mil pedazos bajo la avejentada piel a causa de la fuerza del agarre de Lázaro Sombra.
Mientras rodeaba con los brazos a la escuálida figura encarnación de su final, Lázaro Sombra dejó ir en su interior cualquier atisbo de preocupación que hubiera tenido hasta antes de ese momento.
El frío espectral que desprendía el mortuorio cuerpo se extendía por todo su ser con rapidez. Pronto su musculatura sucumbiría ante los temblores que amenazaban con atacarlo nuevamente. Soltó la presión y se alejó del cadáver que tenia enfrente con la imagen del vapor de su aliento brotando de sus labios entreabiertos.
La muerte permaneció inmóvil mientras los huesos debajo de la amarillenta piel tomaban nuevamente su sitio con una serie de lastimeros y crepitantes sonidos.
—En todos los miles de años que llevo haciendo este repulsivo trabajo, solo dos mortales habían tenido la audacia suficiente para atreverse a tocarme—dijo la muerte—. En ambas ocasiones no sentí la más mínima pizca de compasión por ellos. Pero tu... tu irritante presencia ha despertado sentimientos en mi que creí se habían hecho polvo hace mucho.
—No debe ser una experiencia grata encontrarse ante la presencia de tu muerte—dijo reflexivamente Lázaro Sombra—. Parece lógico asumir la reacción que la mayoría tendría al verte, máxime aun si tu presencia siempre toma la forma del más grande de sus tormentos.
—No lo es—admitió la muerte—, al menos no para la mayoría, como bien dices. Aunque los hay unos cuantos que en su enfermizo sadismo disfrutan de cada momento que dura el breve encuentro. Sabes, no fue idea mía acudir con esa forma ante ustedes. Él creyó que sería una eficiente manera de lograr hacerlos contemplar el grueso de sus errores antes de volverlos a reciclar en el infinito ciclo, como un medio para prevenirlos sobre un mejor actuar en la siguiente de sus vidas.
"Cruel en demasía si, pero terriblemente efectivo. Casi todos desprecian su fortuna, reacios a partir de una existencia que renegaron durante la mayor parte de sus vidas. Otros, en cambio, aceptan su destino con los brazos abiertos apenas verme. Abrazan el final con diligencia, agradecidos por el tiempo que han estado aquí y por todo y todos con quienes tuvieron la dicha de compartir su escaso tiempo.
Lázaro Sombra asintió, comprendiendo hasta donde su limitada mente se lo permitía, mas entreviendo el inmenso conocimiento cósmico que se abría justo en el momento previo al fin.
—Después de meditarlo largamente, he quedado convencida del cambio que ha obrado en ti—dijo la muerte incorporándose de la silla con una nueva serie de crujidos—. En un inicio no eras distinto a los demás, renuente a afrontar con dignidad el final que tu mismo te buscaste. Un suicida mas de una larga lista de individuos que no serían capaces de ver el valor inherente del tiempo que corre por cada fibra de su ser ni aunque tuvieran el equivalente de mil vidas para lograrlo.
—¿Y ahora no lo soy?—preguntó Lázaro Sombra intrigado.
—Por supuesto que lo eres—respondió su muerte alejándose de la mesa—. Un suicida siempre será un suicida, no importa cuanto logre paliar sus verdaderas intenciones bajo el velo de una fingida o real felicidad. El deseo de morir es propio de tu existencia. Te define tanto como tus mismas ganas de vivir que en contraposición han luchado desde que tuviste el uso de razón necesario para discernir entre ambos.
"En tu caso particular me atrevería a afirmar que fue real el efecto que ella obró en ti. Cándida Dolores, tu Cándida Dolores, con todo lo que su nombre trajo consigo, realmente llegó a tu vida para transformarte. Eras uno antes de cruzar tu camino con ella y otro diametralmente opuesto después. Fue, como bien afirmaste alguna vez entre las arrugadas hojas de papel, una luz en tu vida, el amor y el mayor tesoro que encontraste en tus años de vagabundeo por el mundo.
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El final de Lázaro Sombra
RomanceLázaro Sombra había caído presa de los encantos mas inocentes con los que se había topado. Había sido víctima del golpe de un amor que ni siquiera lo había tocado, que sin siquiera posar su piel, sus delicadas manos o sus exquisitos labios sobre él...