Rhaast le susurraba desde lo más profundo de la mente, que le arrebatase la vida. Kayn luchó contra esa oscuridad, esos pensamientos, y sin soltar la guadaña se acercó a la joven y le tendió una mano. Ésta la rechazó y miró hacia otro lado al tiempo que se ponía en pie. Sin soltar el ahora saco de tela, echó a caminar sin volver la vista atrás con la cabeza agachada y los ojos humedecidos.
—No te acerques a mí, demonio— le dijo.
Llevaba el pelo alborotado y su yukata se había rajado dejando entrever más piel de la que uno podía imaginarse. De su cuello, una pequeña herida ocasionada por el corte del arma oscura soltaba un fino hilo de sangre que se deslizaba por sus hombros hasta perderse bajo la ropa.
Kayn no le hizo caso. Nunca le hacía caso a nadie. Y caminó detrás de ella en silencio esperando la oportunidad para hablarle. En ese momento no supo comprender qué le estaba pasando, pero se había quedado cautivado no solo por su belleza sino por la fuerte voluntad, humanidad y misterio que ella desprendía. Su corazón se había agitado, y jamás antes de esa forma por alguien.
Pasaban los días y Raila no le dirigió la mirada en todo ese tiempo, siempre que se sentía observada por Kayn giraba la cabeza hacia otro lado. Tampoco se dijeron alguna palabra.
Se dio cuenta que por las noches, cuando paraban a descansar, Raila se acurrucaba sobre sí misma tratando de mantener algo de calor siempre lo más alejada posible de él. Manteniendo las distancias, una de las veces Kayn encendió una pequeña hoguera y aquella fue la primera vez que Raila lo miró, aunque volvió a apartar la vista rápidamente cuando éste se percató. Aun así no consiguió que ella se acercase, volviendo a pasar la noche acurrucada.
Kayn no desistió, así que todas las noches encendía una hoguera y dejaba al lado algo de comida para que probase bocado. Aunque al principio le hacía caso omiso, poco a poco se fue acercando. Ella ya no temblaba por las noches y él aguardaba a que ninguna criatura o bestia se acercase, manteniéndose en vela hasta que veía los primeros rayos de sol aparecer.
Esa noche había luna llena y Kayn miraba hacia el cielo infinito sentado en una roca cuando percibió que algo se acercaba. Unos fríos dedos se apoyaron en sus hombros desnudos y se relajó al instante cuando giró la cabeza y sus ojos se encontraron con los de ella.

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Cinta Roja
FanfictionRaila encontró un padre en su maestro Axia, quien la crió desde bebé en una aldea de Jonia. Una tarde vio a un chico que practicaba con las espadas y quiso imitarle, aunque le costó un par de intentos llamar su atención. Así fue como conoció a Yone...