Capítulo 12 - Fin

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Los dos oyeron cómo la vida se le escapaba a Raila en un último suspiro. La joven que aún sostenía a su hija en brazos, tenía los ojos entreabiertos puestos en ella, pero ya no había vida en ellos. Lamentaron que su final hubiese sido así, lamentaron no haber podido evitarlo, lamentaron no haberla ayudado.

Kayn cubrió a Raila con una sábana hasta la cintura. La escena era demasiado grotesca como para describirla y él era incapaz de seguir mirando. Le dio un beso en la mejilla a la primera persona que le hizo saber que tenía un corazón y podía amar, y le puso una mano en el hombro a Yone para después salir de la habitación.

Yone se había quedado pálido delante de ellas. Acarició la mejilla de su hija y le dio el nombre que Raila había decidido años atrás que le pondría a una hija, antes incluso de casarse, un nombre que quedaría en secreto para siempre. Se le había partido el corazón. Agarró la cinta roja que Raila llevaba en la muñeca y se la ató al pelo. Con las manos temblorosas, abrazó fuertemente a su primer amor, que yacía pálida y fría y le dijo todas aquellas cosas que lamentaba no haberle dicho más veces. Le declaró su amor eterno y juró encontrarla en la siguiente vida y en todas las demás venideras.

Cuando Yone salió de la estancia, Kayn se había sentado en una silla y se estaba enjugando las lágrimas.

—Lo sabíamos, Yone. Sabíamos que esto iba a pasar, pero siempre nos aferrábamos a la esperanza de que una de ellas viviese.

—¿Qué estás diciendo? —le respondió Yone con los ojos rojos e hinchados.

—La vidente. Fuimos a verla.

—Raila me lo dijo, que fue ella quien le dijo que esperaba una hija.

—Eso tan solo fue algo que no preguntamos pero ella nos dijo —Kayn tragó saliva—. Al principio todo iba bien, pero Raila comenzó a sentirse extraña, notaba como si la propia energía que le permitía manejar su magia fuese la misma que a la vez la consumía.

Yone tomó asiento enfrente de Kayn y lo escuchó continuar:

—Los médicos no sabían decirnos qué le estaba ocurriendo, así que un día llegó a la aldea una vidente cuya reputación le precedía. Yo estuve presente, Yone. El bebé también estaba consumiendo la energía de su núcleo vital. Así que estaba claro que una de las dos moriría al dar a luz.

Yone se había quedado mudo, Kayn prosiguió:

—Raila había dejado de usar sus poderes, pues era la única manera que tenía de no acabar exhausta al ponerse el sol, así que trató de llevar una vida normal, pero no siempre podía evitarlo y la acaba pillando cuando lo hacía porque su agotamiento era notorio.

—Así que cuando trató de detenernos, el uso de la magia...

—Aceleró la llegada del bebé, negándole a absorber la parte de energía cada vez mayor que consumía de su madre.

Kayn y Yone pasaron la noche sentados sin decirse una sola palabra más. Cuando la luz entró por las ventanas, ambos se levantaron y eligieron el lugar perfecto en el que darle sepultura a Raila y su hija. Con cada montón de tierra que Kayn movía, la tristeza aún más le invadía. Con cada montón de tierra que Yone movía, sentía como si una parte de él se quedara con ellas para siempre.

Al terminar, le dedicaron una oración y se marcharon. Cada uno siguió su camino y jamás regresaron a aquel lugar. Se dice que los dos volvieron a encontrarse y lucharon codo con codo como buenos aliados, aunque para eso aún quedaba mucho.


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